Varoufakis por El Mundo


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Entrevista en El Mundo a Yanis Varoufakis.

Nada más llegar al gobierno, asegura que tuvo una conversación con Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, que dijo que si no firmaban el acuerdo que el anterior gobierno había acordado, pondrían fin al programa de ayudas:

(…) le puedo decir que todo esto lo tenían preparado desde el principio, que ya hace cinco meses existía un plan para acabar con un Gobierno que no aceptaba dejarse chantajear por el ‘establishment’ europeo.

Varoufakis ve, por tanto, una estrategia del Eurogrupo para acabar con un gobierno que no es de su agrado. Esa es la base sobre la que se sostiene todo el argumento del gobierno griego.


Sea cual sea el resultado del referéndum, el lunes habrá un acuerdo, estoy completa y absolutamente seguro. (…) Si gana el ‘sí’ en el referéndum tendremos un acuerdo no ya malo, sino absolutamente nefasto. (…) Si gana el ‘no’ el primer ministro griego, Alexis Tsipras, contará con armas para conseguir negociar un acuerdo mejor.

Eso, en realidad, está por ver. El resultado del referéndum no vincula en absoluto al Eurogrupo, sino al gobierno heleno, por lo que estará realmente ligado a su posición negociadora, que no es lo mismo que tener más fuerza. Confían en que, de ganar el ‘no’, Europa tendrá que mover ficha, reposicionarse. No tiene por qué ocurrir.

Las fuerzas conservadoras de Europa esperan y desean que en el referéndum gane el ‘sí’, eso está clarísimo. Si lo consiguen, al día siguiente Mario Draghi apretará el botón rojo, la línea de liquidez de emergencia (ELA, por sus siglas en inglés) volverá a funcionar y los bancos abrirán sus puertas el martes. Si gana el ‘no’, y a pesar de las amenazas con las que están tratando de condicionar el voto, Tsipras irá rápidamente a Bruselas el lunes, llegará a un acuerdo y los bancos abrirán igualmente.

No parece muy coherente que el primer ministro heleno viaje a Bruselas con una presunta posición negociadora más fuerte -lo que se traduce en mayores exigencias- y vaya a conseguir en un día lo que no se ha logrado en meses. Por tanto, es de esperar que, dado ese escenario, el lunes no haya acuerdo. Lo explicaba Juan Ramón Rallo la noche del viernes: «Si no hay acuerdo, el gobierno griego no tiene plan de financiación, lo que lo convierte en insolvente. Si es insolvente, la deuda pública que tiene la banca griega, valdrá entre un 50-70% menos. Si aplicas esa quita a la banca griega, la banca griega está quebrada. El BCE no puede prestar, lo tiene prohibido por sus estatutos, a bancos que sean insolventes. Tendrían, por tanto, que cerrar el grifo de liquidez porque, de lo contrario, estarían prevaricando. Por tanto, no es una decisión política echarlos del euro, es una decisión puramente técnica».


El problema es que a la UE no le gusta la democracia. (…) Como somos un Gobierno responsable y europeísta, decidimos que al igual que no habíamos recibido el mandato de nuestro pueblo para hacer pedazos ese acuerdo, tampoco habíamos recibido el mandato para decirle a los griegos y a nuestro Parlamento que ese acuerdo nos parecía valido, porque no nos lo parece. (…) En el Eurogrupo del 27 de junio me dijeron (…) que la propuesta de acuerdo era un asunto muy complicado para dejar la decisión final en manos del pueblo griego. Eso (…) es un ataque gigantesco a la democracia. Democracia, se lo recuerdo, es un sistema en el que la gente normal toma decisiones muy complejas. Europa, el lugar que inventó la democracia, se ha convertido casi sin que nos diéramos cuenta en enemiga de la democracia.

El mantra del gobierno griego: ellos representan la dignidad, el orgullo y la democracia. El Eurogrupo, representado por nada menos que 18 democracias, lo opuesto que usted quiera imaginar. Es una falacia deslenguada. Sólo el populismo se atreve a plantearla en estos términos. Afirmar que «en democracia la gente normal toma decisiones muy complejas» es simplemente falso. Como escribió hace pocos días Tsevan Rabtan en su blog: «Se trata de trasladar al que vota la idea de que es un tipo sabio, entendido y capaz, en vez de simplemente recordar que no hay otra forma mejor de designar quién nos gobierna». Las decisiones complejas deben quedar para los tecnócratas, para los que nos representan. Por eso, plantear el referéndum es de una total irresponsabilidad. Las apelaciones a los orgullos no suelen salir bien.


[La periodista pregunta si la UE pretende mandar un mensaje al resto de países del sur de Europa sobre los supuestos peligros de votar a partidos de izquierda radical como es Syriza]. Se trata de una reflexión muy interesante y que es lícito hacer. Pero no voy a comentar nada al respecto. He aprendido el lenguaje de la diplomacia.

Ya ha dejado claro al principio que esto era algo que tenía preparado el Eurogrupo. Más adelante, responde a la pregunta: «Están tratando de convertir a Grecia en un ejemplo para los demás». Por tanto, Varoufakis debe de pensar que todo lo que está ocurriendo es más política que economía.

[Si gana el ‘sí’] la democracia se encontraría en peligro, porque significaría que ha ganado el miedo. Si ganara el ‘sí’, la recesión se haría más profunda, la esperanza en un futuro mejor se evaporaría y los europeos dejaríamos de sentirnos dueños de nuestro destino. Si gana el ‘sí’, los expertos y los tecnócratas que consideran que la gente común no puede decidir sobre estos asuntos se habrán salido con la suya, mandarán en Europa. Y Europa, el lugar en el que nació la democracia y el racionalismo, se convertirá en un lugar dictatorial e irracional.

Esta respuesta demuestra la perversión en la que se ha convertido el referéndum. El gobierno heleno lo plantea como una elección entre democracia y racionalismo versus dictadura e irracionalismo, no sobre unas medidas concretas. Insulta a la mitad de su pueblo, a las democracias del Eurogrupo y, sobre todo, se define él mismo. Cuando Tsipras dice que no tienen intención de salir del euro, omite que hay un porcentaje muy alto de probabilidades de que eso ocurra a pesar de sus deseos. Lo hace deliberadamente porque la mayoría quiere la permanencia y perdería el referéndum holgadamente. Por tanto, no se está jugando limpio.

La sociedad se ha polarizado y corre el riesgo de enfrentarse aún más. El gobierno heleno hace responsable al pueblo de decisiones técnicas y, sea cual sea el resultado, cuando las cosas empeoren, corren el riesgo de que una mitad culpe a la otra de la situación.


Lo que están haciendo con Grecia tiene un nombre: terrorismo. ¿Por qué nos han forzado a cerrar los bancos? Para insuflar el miedo en la gente. Y cuando se trata de extender el terror, a ese fenómeno se le llama terrorismo.

Llama terroristas a los que tiene que pedir dinero. Menos mal que ha aprendido el lenguaje de la diplomacia. Sólo le faltan las formas.

La merma


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La merma es una estructura mental. Un esqueleto al que le faltan piezas, una especie de hallazgo arqueológico intelectual. Obedece a altos contrastes, carece de empatía, apenas practica la lógica y entiende el mundo solamente si el mundo le obedece. La merma, por tanto, trasciende la ideología. No es un movimiento de masa abotargada, aunque se vea influenciada por ella, sino una disfunción especulativa.

Si discutes con la merma, te manda a leer. Tiene lecturas, cortas, pocas e insuficientes, pero son las suyas. La merma compra unicornios de saldo y los reparte por Twitter. Hace la pelota al tuitstar de turno y, si éste lo menciona, presume de ello como aquellas vecinas presumían de los puestos de trabajo de los novios de sus hijas.

La merma son los esclavos de la caverna. La respuesta fácil, a menudo la conveniente. Cree en lo mágico. No cree en la ciencia como conocimiento, pues requiere un esfuerzo que no están dispuestos a realizar. La merma piensa que la investigación de las farmacéuticas, los años y millones de euros de inversión, deben regalarlos. Y les acusan de jugar con la salud de quien no puede pagar los nuevos medicamentos. Nunca da un segundo paso en su razonamiento. Y sin embargo, cree que la homeopatía cura y no se queja por pagar 30 euros por unas pastillas de azúcar.

La merma cree en las conspiraciones porque les coloca en una plano superior al resto. Sabe más que los demás, engañados por el sistema. Prefiere un debate de Cuarto Milenio a un documento oficial. Coloca a la misma altura la ficción y la verdad. Como los niños, opina sobre todo.

La merma cree que el capitalismo y los mercados son el mal. Dan lecciones de democracia como expertos juristas. Lo que desprecian lo llaman neoliberal, el prefijo que todo lo deshonra.

La merma defiende a Alfon a pesar de la Ley porque el sistema es represor por definición cuando es contra sus amigos, pero demasiado blando si el delincuente lleva corbata. La merma tiene una doble vara de medir, una moral flexible. No esconden sus limitaciones ni entre la muchachada.

La merma defiende a Irene Villa porque hacen chistes sobre ella y luego la insulta porque ella está por encima de la idiocia colectiva. La merma traicionada. Y es que no entiende de colores, sólo de bobadas. La merma es pusilánime, a veces es malvada y, con frecuencia, incluso miserable. Polariza y destila odio. Es sectaria, inhabilitante. Por eso, la merma tropieza con el atrevimiento de la ignorancia, y no es extraño observar planchazos de auténticos ‘mermaos’ acusando a un experto abogado de no tener ni idea de Derecho.

Pijos


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Me dice una amiga:

Hay quien piensa que la soberanía de los griegos consiste en que un pijo español les vaya a decir que con 60 euros al día tienen suficiente.

Lo que en la España de Rajoy sería otra muestra de capitalismo salvaje, en Grecia es una lucha por la democracia y la dignidad. El corralito de 60 euros da para un sueldo de 1800 euros en 30 días, más de lo que aquí se cobra al mes, se puede leer en Twitter. Es la forma que tienen de defender el órdago de Tsipras. No caen, estos pijos de lo ajeno, en lo primario: los griegos no pueden tocar su propiedad. La comparación es, además, absurda, pues da por sentado que todos los griegos ganan, como mínimo, esa cantidad al mes. Le quitan importancia: ojalá un corralito en España, exclaman.

Un corralito de una semana no es un gran problema, ya que muchos ya habían sacado una parte de sus ahorros de los bancos por la pérdida de credibilidad en el sistema financiero. El discurso defensor no piensa en las consecuencias de que se alargue. No cae en el círculo vicioso que genera a largo plazo no disponer de efectivo suficiente en un país donde el pago con tarjeta es poco frecuente. Además, los comerciantes deciden aceptar solo efectivo porque de nada sirve tener el dinero en el banco. Y necesita ese efectivo para el cambio. Un corralito ahoga el comercio, el crédito se detiene y asfixia la economía, incluida la sumergida, que en Grecia ronda el 30% de su PIB. Se genera cada vez mayor tensión social. Habrá empresas que no puedan pagar a sus empleados ni a sus proveedores.

Si algo bueno tiene este corralito, es que la población griega puede darse cuenta de lo que le espera si el gobierno gana el referéndum. Como decía, el problema no es un corralito de cinco días, sino lo que se puede extender si gana el «no» que, a día de hoy, defienden Tsipras y la muchachada debutante de Podemos. La economía griega estará abocada a una depresión de consecuencias desconocidas, a impagos, a un default inexorable. El gobierno griego defiende que no saldrán del euro, pero si no tiene dinero se verá obligado a imprimir dracmas para pagar a empleados, las pensiones y los gastos corrientes. La moneda tendrá una devaluación del 50% o más, lo que empobrecerá masivamente a la sociedad.

Y nuestros demócratas de postal arremeten contra las repúblicas bananeras de Europa, unidas para hundir Grecia, la única nación en pie que defiende la democracia allí donde nació. Siempre se les ha dado muy bien defender la pobreza de los demás.

Orgullo nacional


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Captura de pantalla 2015-06-30 a la(s) 18.05.25Son llamativas las notables diferencias entre dos búsquedas de imágenes en Google que son lo mismo, que significan lo mismo. La búsqueda «national pride» nos trae niños sonriendo, grandes banderas en espectáculos,
Captura de pantalla 2015-06-30 a la(s) 18.11.48celebraciones, dibujos animados, felicidad, fiesta, sonrisas. La búsqueda en castellano, «orgullo nacional«, ofrece resultados entre argentinos y españoles, relacionados con el fútbol, la violencia, los ultras y una iconografía oscura y fascista.

No sé si esto es el resultado de tantos años lanzándonos odios a la cabeza, pero sí parece que el concepto de orgullo nacional que tienen los americanos, por ejemplo, dista mucho de la imagen que se tiene de lo patrio en España. Felipe González solía referirse a su país como «este país», y fue Aznar el que, sin complejos, gobernó y llamó a España por su nombre. Zapatero lo hizo después, a pesar de que la fobia a la bandera continuó en la rama catalana de su partido hasta el punto de que la desilusión, la ausencia de oxígeno y la falta de representación, condujeron a algunos intelectuales a promover la fundación de un partido que se llamaría Ciudadanos. Como símbolos, para destacar lo que nos unía, y en contraposición al nacionalismo, encontraron la bandera de España y la Ley.

La izquierda ha acusado con frecuencia a los populares de pretender adueñarse de la bandera cuando, en realidad, fueron ellos quienes la regalaron doblada. Entre los éxitos deportivos y el paso del tiempo se curaron ciertos complejos y eso de la bandera volvió a unir. Y así ha sucedido, poco a poco, hasta llegar a Pedro Sánchez, que se expone con una bandera gigante, algo impensable para los socialistas de los ochenta. De él se ríe Pablo Iglesias, que tiene por bandera la de la Segunda República y por ley un proyecto constituyente.

En nuestro concepto de orgullo nacional hay cierta carga de odio desde la barrera, una superioridad moral de quien se siente por encima. De quien identifica ese orgullo con las imágenes de Google españolas. Hasta que esa bandera enarbola lo que le gusta, una lectura posmoderna.

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Hay una linea difusa que transforma un inocuo orgullo nacional en peligroso, y se cruza siempre que ese orgullo es invocado. Nubla la razón. También la de quien interpreta el orgullo los demás.

Miedo al cambio


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Ana Pastor entrevistó anoche a Iñaki Gabilondo. Ella comentó:

Hay quien dice que los nuevos tienen rabo, tienen cuernos, son el demonio. Se ha percibido así por parte de quienes tienen resistencia y miedo al cambio. Eso, casi siempre pasa, ¿no?

La periodista Pastor dibuja un demonio en el imaginario del cauto para ridiculizarlo. Así es como se instaura como verdad absoluta que todo cambio es bueno. Se ha instalado como pensamiento débil. No hace falta desmenuzar una idea, pensarla, debatirla. Si el cambio es bueno por defecto, cualquier idea nueva pasa el corte. Es el camino más corto para que la demagogia pase por encima del pensamiento crítico.

Y es que la palabra cambio tiene una connotación positiva. Nuevas oportunidades, cambiar el mundo, retos personales… La vida es un cambio constante y hay que adaptarse a ellos para sobrevivir. Cuando buscamos un cambio en la vida, siempre lo buscamos para mejor. Incluso el término ‘cambio climático’ tiene algo positivo en él, la concienciación del ser humano respecto al cuidado del planeta.

La idea del cambio siempre es atractiva. También en malos momentos. En estos años de crisis, muy pocos dirían que no quieren un cambio en su vida. En estos años casi todos hemos perdido. Unos más, otros menos. Algunos ven un dedo acusatorio y culpan a otros de su propia situación. Y reclaman que se la solucionen. Y los dueños del índice encuentran ahí su nicho de votos. Y, después de señalar, levantan el puño y exclaman que ellos lo cambiarán todo. El descontento y la desesperación son siempre más fáciles de manipular. Porque llegado el momento, podemos pensar que ya no se puede perder más. Y sin embargo, se puede.

Por eso, no es que haya miedo al cambio. Es que algunas ideas que nos pretenden vender como nuevas, no lo son. Es que sus discursos están en los libros de autores que murieron antes de que ellos nacieran. Es que ya hemos visto los desastres de su aplicación práctica. Somos conscientes de que hay cambios que no van a mejor a pesar de las mejores intenciones. Y más conscientes aún del poco tiempo que se necesita para perder lo que tanto trabajo ha costado ganar.

Los pueblos también se suicidan


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Hace siete años, Felipe Gonzalez fue entrevistado en ‘Informe semanal’ por los 22 años del referéndum de la OTAN. Esta fue su respuesta:

Fue un error serio. A los ciudadanos no se les debe consultar si quieren estar o no en un pacto militar. Eso se debe llevar en los programas y se decide en las elecciones. (…) Con la perspectiva de los años, España está donde tiene que estar.

Hay determinados asuntos que no se pueden dejar en manos de los ciudadanos, pues solemos tener una opinión sobre cualquier cosa, sesgada casi siempre. Un referéndum como el que plantea ahora Grecia es, de fondo, un fraude a la democracia.

Yannis Varoufakis ha escrito en Twitter que

La democracia necesita un impulso en asuntos relacionados con Europa. Lo hacemos. Que decida la gente. (¡Curioso lo radical que suena este concepto!).

A. le ha preguntado:

¿Cree que la mayoría de la gente va a tener idea de lo que va a votar?

A lo que el ministro de Economía griego ha contestado:

Una pregunta preñada de desprecio por la democracia.

La pregunta es pertinente. Una duda razonable. El tema es de una enorme complejidad y del que se pueden derivar consecuencias muy graves. Si los expertos no se ponen de acuerdo en el abismo griego, ¿qué sentido tiene preguntar a los inexpertos? Es como tirar una moneda al aire. El clima visceral, nada reposado, tampoco ayuda a una decisión meditada. La respuesta de Varoufakis hace pensar que, en efecto, es consciente de que la gente no sabe bien las consecuencias de lo que va a votar. Y un referéndum sólo es legítimo si se facilita toda la información y la población es plenamente consciente de lo que vota.

El gobierno griego pretende utilizar un instrumento de la democracia como el voto para convertirlo en la abdicación de sus responsabilidades: que decida la gente. En las democracias representativas elegimos (¡y pagamos!) a nuestros políticos para que hagan su trabajo, delegamos en ellos las decisiones que tomaríamos.

Pocas veces hemos sido testigos de tamaña irresponsabilidad. El referéndum del presidente griego parece desligar al gobierno de las consecuencias y, por tanto, de sus obligaciones. Pero a Tsipras se le paga para que decida sobre estas cuestiones, no para que se parapete tras la gente en nombre de la democracia.

La idea infantil de los pueblos, una especie de colectivo consciente de sí mismo que nunca se equivoca, ignora que los pueblos también se suicidan. Que pregunten en Venezuela.

El comunismo que viene


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Estas declaraciones de Monedero:

En términos de víctimas, el capitalismo es infinitamente superior al nazismo.

Y así lo explica:

Es evidente. Ahora hay dos tercios de la humanidad, no 10 millones, ni 20 ni 50, dos tercios de la humanidad que no hacen falta ni como productores ni como consumidores. Es decir, son desechables, expresión que se utiliza en Colombia para la gente sin recursos. Y vemos que las decenas de miles que mueren intentado cruzar el estrecho es porque han entendido que en todo un continente no tienen solución. Los desplazamientos que hay en el mundo que tienen que ver con el cambio climático, que tienen que ver con que las grandes empresas no tienen ningún tipo de interés en mantener el Planeta. Las guerras que se están promoviendo por parte de los que tienen armas generan no seis millones de víctimas, que es terrible, sino cientos de millones de muertos todos los años. En términos de víctimas es infinitamente superior. A veces nos dan miedo las comparaciones porque nos estremecen. Si uno mira las víctimas que generó el nazismo y las que están ahora mismo en el mundo sufriendo, acortando su esperanza de vida, siendo sujetos de enfermedades, de guerras por culpa de un sistema deplorable, pues devuelvo la pregunta: ¿Tú por qué crees que el Papa ha hecho una encíclica cuestionando todo este tipo de comportamientos vinculados al terrorismo financiero?

Y continúa, pero con esto es suficiente. Lo execrable es la comparación con el nazismo. Un sistema totalitario que sí era criminal. Que nació para dominar el mundo basado en el terror, igual que el estalinismo. Monedero relativiza el mal radical de los totalitarismos para ajustarlo su discurso. Es una perversión moral. Siempre es difícil rebatir una mente construida a base de axiomas imaginados: Ni los hechos, ni la evidencia, ni mucho menos los datos, le harán perder un ápice de terquedad. En estos momentos, hay una población de más de siete mil millones de habitantes. En lo que llevamos de año, han nacido unos 67 millones de niños y han muerto, en total, menos de 28 millones de personas. Llevadas a fin de año, habrá un total de muertes que rondarán los 60 millones en todo el planeta, muy lejos de los inexactos «cientos de millones» causados solamente por los que tienen las armas. Sacamos aquí dos conclusiones: primero, que Monedero se inventa las cifras para justificar su discurso; segundo, que sólo le importa su discurso.

En su alocada comparación de cifras, por tanto, se esconde la verdadera comparación: el capitalismo es peor que el nazismo y, si se acabó con el nazismo, imaginen cómo hay que luchar contra el capitalismo. Monedero y acólitos quieren cambiar el sistema porque el capitalismo es criminal. El capitalismo mata. Como dice el genial Javier Pérez-Cepeda, «en cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos». No es más que un nuevo intento de llevar la utopía al poder, otra declaración de buenas intenciones de una minoría que se arroga la voz de la mayoría, que sabe lo que quiere el resto mejor que los demás. Pasean un impostado sentimiento de culpa y te señalan si lo denuncias.

Hablan de la redistribución como la solución a la pobreza e ignoran lo evidente: si mañana, cada español tuviera 100.000 euros en el banco y un trabajo, comenzarían las desigualdades. Unos decidirían darse la vuelta al mundo, otros comprarse una casa, otros dejar el trabajo y montar un chiringuito en la playa; el de más allá, comprase un coche; y unos cuantos decidirían que con 100.000 no se soluciona la vida de nadie, lo meterían en el banco, ahorrarían y harían alguna inversión y se irían a trabajar. Y esas inversiones a unos les irían bien y a otros les irían no tan bien. Y es que está en nuestra naturaleza hacer lo que queramos con lo nuestro. Y sin duda, volvería otra generación de comunistas a manifestar que no se hizo bien en su momento, y que aquí están ellos.

Afirmar que el capitalismo mata es una estupidez, una excusa ideológica para acabar con él. Nunca, en la historia de la Humanidad, ha habido tantos avances técnicos ni tecnológicos, tanta prosperidad, una esperanza de vida tan alta, una mortandad tan baja. Nunca hemos vivido en un mundo mejor. Nunca se ha gozado de tanta libertad en tantos países. Nunca ha habido menos guerras. Nunca ha habido tanta solidaridad de ciudadanos hacia los más desfavorecidos. Nunca ha habido tanta conciencia para cuidar el entorno. Hace 200 años, el mundo entero estaba apelotonado en una esperanza de edad de 40 años. La revolución industrial disparó el crecimiento europeo. Y África despegará de la misma manera que lo hizo Asia.

Suscribo las palabras de Julian Simon, profesor de Economía de la Universidad de Maryland:

Este es mi pronóstico a largo plazo: Las condiciones materiales de la vida seguirán siendo mejores para la mayoría de las personas, en la mayoría de los países, la mayor parte del tiempo, indefinidamente. Dentro de uno o dos siglos, todos los países y la mayor parte de la humanidad estarán al mismo nivel o por encima de los actuales estándares de vida occidentales. No obstante, también creo que mucha gente seguirá pensando y afirmando que las condiciones de vida van cada vez peor.

Disparar a matar


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Hace algo más de seis años conocí a dos de israelíes en Estambul. Ellos, también, se habían conocido allí. Al menos para uno de ellos era la primera vez que viajaba al extranjero. No es raro teniendo en cuenta que Israel es la única democracia en Oriente Medio y, además, está rodeada de países donde no son bien recibidos o que, directamente, no les permiten la entrada. El mismo que viajaba por primera vez me contó que durante tres semanas se sentía raro y que no sabía bien por qué hasta que cayó que era porque se movía tranquilamente por Estambul, entraba en los centros comerciales y no había detectores de metales.

Nos convertimos en buenos amigos desde el principio. Les enseñé a jugar al Texas Hold’em y me desplumaron. Tuvimos muchas conversaciones sobre Palestina, Israel, etc. Era un tema recurrente debido a mi interés por él. Me contaron de sus años en la mili, del conflicto. De su historia, de sus familias. El abuelo de uno de ellos había comprado terrenos a los árabes en su momento. Saben que siempre los ven como los malos, como unos asesinos despiadados. Por eso, también piensan que, independientemente de los estados europeos, Israel debe hacer la política que crea conveniente porque nadie se pondrá de su parte. Es un discurso aprendido a fuerza de desengaños. Aún así, siempre incidían en lo mismo: los auténticos perjudicados son el pueblo palestino, porque no tienen nada y están en una encrucijada política de la que sacan rédito político los demás. El pueblo palestino es un instrumento, son los pobres, y a los pobres nadie los quiere, y menos que ninguno, los árabes.

De todas las conversaciones que tuvimos, hubo una especialmente impactante. En Israel, cualquier secuestro se convierte en una cuestión de Estado. Un tema muy delicado donde, por un lado, hay un sector que pide la negociación para la liberación del prisionero. Por otro, un sector que piensa que no se debe negociar con terroristas, pues la negociación llevará a que haya más. Y, en medio, cientos de grises. Se convierte en un problema social a gran escala. Inimaginable en cualquier otra democracia. Pues bien, en el servicio militar tenían orden de disparar a matar en tan solo una circunstancia: si se encontraban, de pronto, en una situación en la que veían que un compañero iba a ser secuestrado, cuando ya estaba siendo llevado en volandas, a punto de doblar la esquina, cuando ya no había nada que hacer sin víctimas, sólo entonces, podían disparar a matar. A la cabeza. A la de su compañero.

Dispersión


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A finales de los años ochenta, los etarras gobernaban las cárceles. Estaban casi todos en tres: Alcalá-Meco en Madrid y Herrera de la Mancha en Ciudad Real para los hombres; y Carabanchel para las mujeres. El miedo impedía que los terroristas arrepentidos se desligaran de la banda. Controlaban las comidas, distintas al resto de presos, las visitas. Nada se movía sin la aquiescencia de los jefes. No es difícil imaginar que fuera así con unos cien etarras por prisión. Tras el fracaso de las negociaciones de Argel, se puso en marcha la dispersión de presos. Los más radicales fueron trasladados al sur. Y se rompió la burbuja carcelaria de ETA. Los que quisieron abandonar la banda terrorista, se vieron libres de la vigilancia interna de la banda. En tan solo dos años, dos tercios, unos 120 presos, renegaron de la banda. La política de dispersión de presos ha hecho mucho daño a ETA, por eso siempre se ha reivindicado el acercamiento.

Podemos y Bildu argumentan que la dispersión es una excepción que perjudica a las familias, una condena sobre ellas y no sobre el individuo. Lo ha dicho Iñigo Errejón y lo ha corroborado Pablo Iglesias. El último, además, ha afirmado que él mismo ha visto en televisión cómo el alcalde de Pamplona ha condenado toda forma de violencia contra los derechos humanos, que es la forma que tienen los etarras y afines de absolver a la banda. Habría que preguntar a los dirigentes de Podemos si les parecería excepcional separar en cárceles distintas a los miembros de un clan mafioso o a una banda de narcotraficantes para impedir sus negocios, dificultar su operativa y facilitar la reinserción. Ellos entienden la dispersión como una venganza del Estado, como una forma de aplicar la justicia con crueldad, cuando no es más que un instrumento penitenciario para debilitar a organizaciones terroristas. Se les olvida, especialmente a los condenados en los últimos 25 años, que cuando cometieron sus delitos de sangre, sabían que serían encarcelados lejos de sus familias. Sabían las consecuencias. Y asesinaron.

Quien más lejos ha llevado las afirmaciones ha sido Roberto Uriarte, secretario general de Podemos en el País Vasco:

No puede haber un criterio vengativo sobre las personas presas, al margen de lo que hayan hecho y, al margen de que hayan sido presos por delitos políticos o delitos comunes.

En la justificación que tanto les gusta ahora, el contexto, esperamos que aclare qué es un delito político. Y quiénes lo han cometido. Aunque nos tememos la respuesta.

Las pistolas no hablan de política


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Una polémica que rebotan los periódicos por unas declaraciones de Pablo Iglesias en referencia a la dispersión de etarras en New Left Review:

(…) there are still between 400 and 500 prisoners being held in gaols hundreds of miles from their families. It’s still a tragic political problem.

Ya ha comenzado a ser contestado. Maroto:

la tragedia de España» son los 800 muertos que ha causado la organización terrorista ETA.

Es el remate fácil cuando ponen la pelota al pie. Iglesias afronta el problema del terrorismo como un problema político, no sé si por convicción, por deformación profesional o por ambos motivos. En cualquier caso, la tragedia de los presos no es más que la consecuencia de una línea argumental coherente consigo mismo. Es decir, es lógico que lo diga si cruzamos sus intervenciones, por ejemplo, en una herriko taberna:

Por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española.

O:

ETA ha producido un enorme dolor pero también diría que tiene explicaciones políticas.

No son unas únicas declaraciones las que definen a un personaje, sino la suma de muchas de ellas y en sus variados contextos. Por eso hay que tener en cuenta lo que afirma en la entrevista, pero no solo lo que destacan los medios con suma importancia, sino lo que dice justo antes:

In the last few years, the conflict in the Basque Country has lost some of its centrality, which was essential to the regime, because of the ceasefire and then the abandonment of the struggle by ETA.

Iglesias tiene la suficiente inteligencia como para no afirmar nada, pero no puede evitar deslizar ciertas ideas al decir las cosas como las dice. Deja una clara contraposición entre un régimen -es su forma de despreciar esta democracia- para el que era esencial la centralidad del ‘conflicto’, y el abandono de la lucha de ETA. Aquí radica lo más grave de sus declaraciones: Parece que Pablo Iglesias insinúa que, de alguna manera, al poder político le ha interesado que el terrorismo se haya estirado en el tiempo, que el poder ha sacado rédito político de las víctimas. Sólo cuando ETA ha decidido abandonar la lucha -terrorismo- ha decaído el interés nacional por la independencia del País Vasco para focalizarse en Cataluña.

Las sugerencias de Iglesias son de una arrogancia inmoral. Porque eliminadas las capas, lo que insinúa es que al Estado le interesaba poner los muertos. En el País Vasco no ha habido democracia hasta hace poco. Se acostumbraron a vivir bajo el silencio del terror y lo llamaron libertad. Lo denominaron problema político donde había asesinatos. Y pretenden solucionarlo en una mesa de negociación cuando la justicia pasa por las celdas.