Confort de Piqué


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El buenismo, la defensa una opinión mayoritaria sin el filtro de la crítica, son zonas de confort. No pocos madridistas han aplaudido las declaraciones de Piqué donde, básicamente, se defiende con cierta espontaneidad infantil: yo soy así. Bien está. Esos mismos madridistas opinan que se atreve a hacer declaraciones que otros no hacen. Es posible. Pero deben tener en cuenta que su parroquia, la del culé, es una distinta a la suya no sólo en lo deportivo, sino fundamentalmente en lo político.

Yerra cuando asegura que le pitan por la rivalidad con el Real Madrid. Sus celebraciones obedecen a complejos. La pregunta pertinente es por qué él es abucheado y otros no. Piqué se ha significado a favor de un referéndum, pero esquiva el adjetivo con el que calificarse. Ve «correcto» ir con la selección española y, a la vez, natural apoyar la oficialidad de las selecciones catalanas «porque le han dado mucho», como si no hubiera un impulso político detrás. Seguro que sus opiniones son sinceras y es posible que no vea las incongruencias de su discurso. Al fin y al cabo, no se le puede pedir mucho: tan solo es un futbolista.

Piqué descansa en el colchón sentimental de su zona de confort, limitado a Cataluña, que es donde bien vive y juega. Lo incómodo para el jugador sería afirmar (y pensar) que preguntar a la gente está muy bien, pero que no se puede despreciar la ley y que, por tanto, lo que pretenden los políticos independentistas es un fraude. Que la oficialidad de las selecciones catalanas impediría jugar con España. Que el proceso soberanista es un fiasco. Que ser catalán no es ser nacionalista. A buen seguro, se acabarían los pitos por España, pero iba a vivir peor.

Comunicados enfrentados


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Apertura de negociaciones

Según el Real Madrid, el Manchester no aceptó sentarse a negociar hasta la mañana del domingo. De acuerdo con el club inglés, el Madrid hizo su primera oferta por De Gea a la hora de comer.

13:39

A esa hora, el Real Madrid afirma que envía los contratos al Manchester. El equipo inglés no lo menciona, pero sí afirma, como el club blanco, que se llegó a un acuerdo rápido y que la resolución estaba supeditada al fichaje de Keylor Navas. Sin embargo, aseguran que mientras el Madrid controlaba el proceso de la documentación de Navas, De Gea y del propio club blanco, el Manchester sólo tenía control sobre la suya.

21:42

Ambos clubes coinciden en que el Manchester envía la documentación de los jugadores a esta hora. Según el Madrid, el equipo inglés incluye pequeñas modificaciones que el club madrileño acepta.

23:32

El Real Madrid devuelve la documentación al club inglés. Sin embargo, de acuerdo con el Manchester, falta la hoja de firma.

23:40

El Manchester asegura que recibe documentación con importantes cambios que ponen en riesgo el fichaje. El Madrid no lo menciona en su comunicado.

23:53

El Real Madrid sostiene que a esta hora, el Manchester llega a un acuerdo con los representantes de Keylor Navas y es entonces cuando se recibe la documentación del contrato para que la firme el jugador. El Manchester no lo menciona en su comunicado.

23:55

El Manchester asegura que a esa hora se reciben los documentos para cancelar el contrato de De Gea. El Madrid no lo menciona en su comunicado. Según el equipo británico, el Madrid todavía no había devuelto la documentación de Navas que, según el club blanco, acababa de llegar hacía dos minutos.

23:58

El Manchester asegura que recibe el acuerdo a esa hora y lo sube al Sistema de Correlación de Transferencias (TMS) de la FIFA.

00:00

Según el Real Madrid, el Manchester introduce los datos de De Gea, no los de Navas, en el TMS y remite al club, simultáneamente, los contratos firmados.

 00:02

El Real Madrid, siempre según su comunicado, intenta introducir los datos en el TMS de la FIFA pero ya está bloqueado.

00:26

El Real Madrid recibe una invitación del TMS de FIFA para introducir los datos del transfer.

00:28

La Liga de Fútbol Profesional recibe la inscripción de De Gea fuera de plazo.

El Manchester se ha ofrecido para demostrar que ellos habían firmado todo dentro del plazo ante la FIFA, pero el Madrid ha decidido no recurrir.

Tarde



El fichaje de De Gea se ha frustrado y la prensa nacional lo califican de ridículo del Madrid. Cuando daban el fichaje por realizado, incluso el subdirector de As, la prensa amiga, decía esto en Twitter.

El club habría fichado al jugador al día siguiente de la salida de Casillas, y si todo se ha frustrado, si se han quedado sin tiempo, ha sido porque el Manchester decidió sentarse a negociar el último día. Probablemente obedeció a su estrategia de negociación: esperar al último día para intentar mejorar la oferta del club blanco. Ya lo había dicho Van Gaal a quien le quiso escuchar: «Compramos caro y necesitamos vender también en precios altos» y «se sabrá sobre el futuro de De Gea el uno de septiembre». Y es que es complicado negociar si una parte no quiere.

La operación se ha convertido en un esperpento por su desenlace. Nadie sale bien parado. Todos pierden. El mayor damnificado es De Gea, porque se queda en Manchester, donde ni quiere estar ni lo quieren. Tiene a su entrenador en contra y a la afición enfadada. El Manchester United pierde porque se le presenta ahora un grave dilema. Por un lado, puede seguir con el discutido Sergio Romero bajo palos y dejar al español en la grada o en el banquillo. Por otro, puede dar la titularidad a De Gea, pero tendría que aguantar mucha presión de la afición y no parece que eso beneficie al equipo. Podrían condicionar su titularidad a la firma de la renovación y es posible que el jugador acepte si pretende jugar la Eurocopa por encima de todo. Eso permitiría que el portero pudiera continuar más años en el club inglés y que el año que viene el equipo pueda pedir mucho más por él. Podrían llegar a un acuerdo por el cual el jugador renueve pero el club no le ponga trabas en la salida si el Real Madrid insiste en su fichaje. Lo que es evidente es que Van Gaal tendrá que responder ahora a la pregunta que tanto ha evitado durante las últimas semanas.

Por otro lado, el Real Madrid se queda sin su fichaje de la temporada. Y habrá que ver cómo reacciona De Gea para ver si el club ha dicho definitivamente adiós al jugador. Sin embargo, tiene la portería cubierta. Navas se queda y es querido por la afición. Ha demostrado tanto su solvencia como que llega un año tarde a la titularidad de la meta blanca.

Retrato y obsesión



Estos titulares en la prensa británica:

Chelsea’s José Mourinho will leave the big spending to Manchester (The Guardian).
Mourinho: Paul Pogba ‘one of the top players in the world’, Chelsea won’t bid (ESPN).

Mourinho concede la entrevista a The Guardian, que no se fija en lo concreto. Sus declaraciones sobre Casillas están incluidas en los titulares británicos de arriba. Son las siguientes:

Si voy a por un jugador es porque pierdo a otro. Es porque alguien se quiere ir o porque alguien llega con una oferta perfecta para el Chelsea. El mercado de fichajes está inflado. Sólo hay que ver lo que pasa en mi país. Portugal es un país con problemas económicos, sociales y políticos donde ha habido muchos recortes, los jubilados tienen problemas con sus pensiones, se han subido los impuestos, salarios, trabajos, todo. Esta temporada, el Oporto paga 20 millones de euros por Imbula, pagan un salario increíble a Casillas, el Sporting está pagando millones por jugadores y entrenadores. El fútbol rompe todas las situaciones».

Mourinho no añade ni una subordinada sobre el salario de Casillas. «Un salario increíble». Eso es todo. Supongamos que, por un momento, la prensa rosa-deportiva española tiene razón: el luso está obsesionado con Casillas. Apliquémosles, pues, su misma lógica. ¿En qué lugar quedan cuando, a una frase simple, le añaden dos portadas a todo color?

Equipo del Régimen


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Es conocido eso de acusar al prójimo de las propias carencias. Así se hace con el Real Madrid, por ejemplo, cuando se le acusa de equipo del régimen franquista a pesar de que su leyenda se haya forjado en Europa, lejos de los tejemanejes nacionales. El Barcelona adquiere como rival, por tanto, los valores opuestos. Es el discurso simple el que siempre resulta efectivo, y da igual la relación de hechos que se expongan, que el Barça disfrutará de su halo romántico a pesar del tufo reaccionario de sus dirigentes.

En Cataluña, asfixia más el nacionalismo que el calor del verano. Ahí está la imagen de los candidatos a la presidencia del club posando con la camiseta del 27S. Una imagen imposible en otro equipo y, sin embargo, necesaria en el Barcelona: el candidato que se mueva, no gana. No sé si todos siguen el camino religioso de Mas, pero sí sé que saben que no pueden negarse a aparecer. Es una escandalosa falta de libertad a la que la sociedad catalana ya se ha ido acostumbrado, pero no deja de ser una anomalía ambiental. El Barcelona sigue la estela del proceso político que deja el presidente de la Generalitat, ha formalizado un discurso nacionalista y vende en sus taquillas las mismas ensoñaciones que el separatismo. El Barcelona se expande por los cinco continentes mientras sus miras acaban en las fronteras de Cataluña. Es muy difícil mantener el equilibrio entre la pasión por un equipo y el desafecto a algunos valores que representa. Esa inyección de política. Por eso, claro que es el Barcelona es más que un club. Forma parte de un proyecto sentimental que no tiene nada que ver con el deporte.

La soledad del portero


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La despedida de Casillas ha ensombrecido la entrevista a sus padres publicada ayer por El Mundo. Y viceversa. Y, a la vez, se han complementado de una forma dantesca: la entrevista responde preguntas que los periodistas en el comunicado del adiós jamás habrían realizado. Resulta que el guardameta y sus padres no se hablan, aunque parece que su madre le llama de vez en cuando para decirle que qué era eso de ir a un equipo como la Roma, o le escribe afirmando que se merece un equipo de más categoría que el Oporto. Su padre, por su parte, le recomendó no perdonar ni un céntimo al Madrid.

Por si fuera poco, ahora sabemos que en 2009, tras el inicio de la segunda etapa de Florentino Pérez en la presidencia, despidió a su entonces representante, Ginés Carvajal y demandó, a través de sus padres, al Real Madrid para que el club se hiciera cargo de la comisión del nuevo contrato que había firmado con el anterior máximo mandatario, Ramón Calderón. La demanda se alargó durante tres años, hasta el mismo día del juicio. El acuerdo al que llegaron, según parece, fue que Casillas acordaría una cantidad con su ex-representante y después, el Madrid se la abonaría al jugador.

Los padres de Casillas, según la entrevista, no tienen una buena relación con Sara Carbonero. Los problemas comenzaron en 2010, cuando el portero «decidió apartar a sus padres de una sociedad que había constituido junto a ellos para gestionar sus inversiones inmobiliarias y que contaba con un patrimonio de 30 millones de euros. Se abrió una brecha familiar a pesar de que Iker les entregó 5 millones, varios inmuebles y les fijó un sueldo de 9.300 euros al mes durante 15 años. A cambio, les pidió que firmasen un pacto de no agresión todavía en vigor y por el cual no pueden vertir comentarios despectivos contra él ni contra su entorno más cercano».

La entrevista destila la sobreprotección de unos padres que terminan viendo en cualquier persona que no sean ellos mismos una amenaza para su hijo. Los millones que ha ganado Iker han golpeado a la familia como una herencia. Han originado la batalla que una madre nunca debe librar porque nunca puede ganar: la de la idoneidad de la nuera. Esa desconfianza nubla el juicio. Los hijos tienen que equivocarse como adultos. O acertar, porque acabarán haciendo lo que quieran igualmente.

El amor de los padres por su hijo y su borrosa relación con la realidad se pone de manifiesto cuando exigieron al propio Florentino que su hijo, de entonces 24 años, ganara lo mismo que Raúl. Estos son los mimbres que han sujetado la cabeza de Casillas sus últimas tres temporadas. Su familia, en cambio, prefiere ver una suerte de conspiraciones entre Florentino, Mourinho, periodistas y Arbeloa, un contubernio que ha hundido a su hijo porque se vive mejor echando la culpa a los demás. Los argumentos infantiles de sus padres se caen por su propio peso: de haber querido forzar la salida de Iker, Florentino habría fichado a un portero cuando Mourinho se lo pidió, y no habría esperado a la necesidad de llevar a Diego López por la lesión de Casillas. Se olvidan de que fue Mourinho quien salió poco después del club y de que Carlo Ancelotti también lo sentó. Si el portero jugó la Champions, fue porque el italiano no quería un cisma en el vestuario.

La despedida, a falta de la que habrá hoy en el Bernabéu en una rápida reacción del club tras las críticas vertidas, no fue la que un jugador como Casillas merecía. Pero no debemos olvidar que él lo eligió. Y se me antoja complicado pensar en cómo se puede convencer a alguien de que el adiós que merece debe ser distinto cuando se impone el rencor. Es fácil decir que el Madrid ha gestionado mal la salida de Casillas y olvidar que el club le puso todo tipo de facilidades para que fuera a su medida. La plantilla habría podido estar a su lado si las negociaciones no se hubieran roto tantas veces. Es fácil caer en el perverso cliché del empresario.

Lo que no vale es proteger a Casillas como lo hacen sus padres. Tratarlo como a un niño. Como si no fuera dueño de sus decisiones. Como si él no fuera consciente, tanto como el Madrid, que la decisión de salir solo ante la prensa daría mala imagen al club. Y es que, para irse dignamente de un club como el Real Madrid, antes de nada, hay que hacer una reflexión sobre uno mismo y ser consciente de que ya no se rinde al nivel necesario. Es una ley de vida difícil de aceptar cuando eres dueño de todo calificativo milagroso.

A Casillas se le ha protegido tanto, que ayer estaba solo.

De empresa y club


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Que me corrija Jabois si me equivoco cuando digo que Florentino Pérez es un empresario aficionado al fútbol. Todos los madridistas haríamos un equipo estrella, ficharíamos a uno u otro, venderíamos a mengano porque pensamos que ya no rinde… Jugamos a entrenador y presidente a la vez, a manejar egos y presupuestos como si de administrar la paga de nuestros hijos se tratara. Sabemos más que un cuerpo técnico y un presidente juntos.

Una de las peores ayudas que ha recibido Casillas han sido las alabanzas desmesuradas e incondicionales de amigos que jugaban el papel de periodistas objetivos. Tras la salida de Mourinho, la imagen del portero ha continuado su degradación, y la prensa ha visto en aquel affaire la caída de la leyenda. «Puede estar en el Madrid lo que quiera, nos lo ha dado todo», es una frase que no se ha rendido ni ante la evidencia ni ante el nivel que requiere el club. Así, no pocos periodistas consideran que se está tratando mal al portero. En el fragor de nuestros juicios, hay un aspecto curioso en la larga negociación de la salida de Casillas:

Hombre, por partes. Gabilondo acusa al Madrid de ser más empresa que club. Su observación indica que el equipo no tiene en cuenta lo mucho que Casillas ha dado al club, como si el Madrid no hubiera dado nada a Iker. Incluye, además, el clásico prejuicio vicioso: la empresa trata mal a los trabajadores. Es curioso que vea en Casillas a un futbolista y no a un trabajador. Me explico. Hemos podido saber que, durante las negociaciones, el portero no estaba dispuesto a perdonar ni un euro al Real Madrid. El club, por otro lado, no quería pagarle íntegramente los dos años que le quedaban y otorgarle la carta de libertad. Dos posturas, a priori razonables, que buscan sus propios intereses y condenadas a entenderse. Lo que no es justo, y esto es lo que hace la prensa con tanta facilidad como frecuencia, es juzgar al club como empresa y al jugador como futbolista. Aquí se rompe el equilibrio: es evidente que Casillas no ha negociado con el Real Madrid como el futbolista que lleva 25 años en la casa, sino como el trabajador que quiere llevarse lo que le corresponde. No se han manejado afectos. Pero la prensa pasa por alto a Casillas lo que no perdona a Florentino.

Pitas, pitas, pitas


itos-himno_MDSIMA20150326_0176_9El nacionalismo tiene por costumbre culpar de sus propios actos al enemigo externo. Funciona, por tanto, como una reacción a una supuesta coacción ajena. Por eso, el nacionalismo catalán se pregunta, a pocas horas de la final de la Copa del Rey, por los motivos que llevan a decenas de miles de personas insatisfechas a pitar el himno. No responde a su pregunta retórica, no vaya a ser que queden en evidencia sus propios argumentos, que no son más que expresiones sentimentales básicas elevadas a la política. Dicho de otro modo: la moda independentista no sería consecuencia de las propias bases de la teoría nacionalista, de la construcción de una nación catalana, del papel jugado por las instituciones durante la democracia, de la educación, etc. Al contrario, sería consecuencia del agotador esfuerzo del resto de España por denostar a los catalanes, igualando así nacionalismo catalán con toda su población. El efectivo ejercicio de siempre: nacionalista porque el mundo le ha hecho así.

La última persona en utilizar ese flaco argumento ha sido Ada Colau. La activista añade el respeto a la libertad de expresión. Lo que ella quiere decir es que respeta su propia libertad de expresión, pues hasta no hace mucho reventaba las libertades de otros para dar notoriedad a la suya propia. Lo que esta señora desconoce es que no hay libertad sin responsabilidad, que toda acción libre debe ser una acción responsable. Y que toda acción responsable lo es porque asume las propias consecuencias individuales derivadas. Pitar un himno no es un delito, desde luego. Aunque sí de mal gusto además de una falta de respeto. Así que como futura responsable política, lo menos que se espera de ella es que no utilice la libertad de expresión para justificar a los suyos.

La Décima


La Décima comenzó a ganarse 24 de abril a las 21:01 cuando Sergio Ramos coló un obús con la cabeza en el fondo de las mallas del Allianz Arena. Pero comenzó a gestarse casi cuatro años antes, cuando Mourinho llegó a un Real Madrid con la necesidad imperiosa de competir. La llegada del entrenador portugués provocó una revolución en los asientos del Bernabéu: pocas veces la afición madridista ha sentido una unión y una fidelidad por su entrenador como la que sintió con Mourinho hasta que comenzó a ser cuestionado por los medios y, más tarde, por su enfrentamiento con Iker Casillas. Los ídolos no son de este planeta y las guerras contra ellos suelen comenzar ya perdidas.

Mourinho llevó la revolución al Bernabéu. Agarró de la pechera al señorío y recriminó en voz alta que los partidos no se ganaban con el puro en la boca. Despertó un madridismo salvaje, lo que muchos han definido como mourinhismo, pero que ni siquiera han sabido definir. Unos, muchos de ellos periodistas, lo han calificado de una ultraderecha efervescente, peligrosa, gritona. Con esos pobres argumentos han luchado. Otros, que se proclaman mourinhistas, no hacen sino un flaco favor a su significado porque, en realidad, nunca han visto más allá de su forofismo y Mourinho les ha servido de canalización.

El mourinhismo no consistía, ni consiste, en la defensa a ultranza de una persona, haga lo que haga, diga lo que diga, de forma irracional; sino en la defensa de un equipo, de que lo políticamente incorrecto vale incluso más que lo correcto y que está bien decirlo, en que la lealtad es fundamental en el trabajo en equipo, en que el jefe siempre está en el banquillo y no en el campo pero, sobre todo, consiste en denunciar la trampa intelectual de que hay un buen fútbol y un fútbol malo. Es la denuncia de una moral impuesta por pequeños gerifaltes que creen que su opinión es verdad suprema. Una pelea contra esa moral que vale para el fútbol y para cualquier orden de la vida.

El mourinhismo es denunciar la hipocresía del que actúa como se espera de él en público, pero fanfarronea a micrófono cerrado. Denunciar que el Madrid, por no jugar como el Barcelona, no es peor equipo. Mourinho no es que fuera el mejor entrenador del momento, es que era el idóneo para atacar esos cimientos.

Venía a competir contra el mejor Barça de la historia, un equipo que había superado al Real Madrid. En esa imagen colectiva aterrizó el portugués, en tierra de guardiolismo absorbente ayudado, además, por los éxitos de la selección española. Una forma de pensar que consiste en una sonrisa permanente, en las buenas relaciones y formas porque todo va bien, en especial con los medios, en asombrar al mundo con el juego y los porcentajes de posesión. En el trabajo diario de una cantera frente a zarpazos financieros de fichajes millonarios; en la humildad frente a la soberbia; en el seny frente a la chabacanería; la democracia frente a la dictadura. En vender la imagen frente a la realidad. La guerra entre la pureza y lo maldito.

En Madrid comenzaban a sentirse los primeros síntomas de lo que Pedro Ampudia bautizó como el madridismo culé, que no es otra cosa que la madriditis pero sufrida por un merengue: una enfermedad que uno ve perfectamente en los demás, pero nunca reconoce en uno mismo. Eso, en toda la historia del Barça, sólo lo ha conseguido Guardiola y hay que reconocerle su mérito.

Mourinho devolvió competitividad al Madrid y acabó con el guardiolismo. Ese es su mayor triunfo. El propio Guardiola se bajó del carro un año antes, no sé si por estrés o porque veía venir un derrumbe que no quería que le pillara en casa. Decidió tomar aire y firmó un nuevo contrato con el equipo más potente de Europa, el Bayern de Munich que, como una profecía, había arrasado Barcelona con un 7-0 demoledor en las semifinales del año anterior. Parecía que Guardiola se movía en el fútbol como Fouché en política.

Para doblegar a Guardiola, Mourinho compitió hasta el límite, y los límites suelen agotar. La prensa, que esperaba sus ruedas de prensa con grabadoras, comenzó a acudir con cuchillas. Pensaron que tendrían titulares fáciles y, en efecto, los tuvieron: pero a costa de poner en evidencia sus propias miserias. Se movilizó de forma vergonzante, crearon un clima insufrible y, en medio de todo esto, se enrarecieron las relaciones en el vestuario donde el capitán jugó un papel crucial. La decisión de sentar a Casillas condenó a Mourinho. Buena parte de la afición se sintió agredida, se rompió definitivamente la armonía. Casi de la noche a la mañana, los aficionados se dividieron entre los que querían al entrenador en la calle, y los que acusaban a Casillas de traidor por dar munición a la prensa que, día tras día, disparaba en la rueda de prensa contra su jefe. Esos odios todavía quiebran con daños colaterales como Arbeloa Diego López.

Al final del año, el callejón condujo a la salida de Mourinho y la llegada de Ancelotti, quien demostró su carácter al sentar a Casillas desde el principio de temporada. Las críticas arreciaron y él, que no tenía nada personal contra Iker, pero que sabía que no podría capitanear esa nave en esos mares ni tampoco podía ceder, decidió que jugara la Champions. Era eso u otro año aciago para el Madrid. Carlo cogió un equipo casi hecho, con pocos cambios y lo ha adaptado a su visión del fútbol sin despreciar las armas cargadas que le entregó Mourinho. Ha podido llegar donde el portugués, por tres veces consecutivas, se quedó a las puertas.

Carlo ha doblegado el maleficio de Alemania, puesto a prueba tres veces seguidas. La brutal paliza al Bayern de Munich, donde se vio finalmente que el paseo triunfal de Guardiola por tierras bávaras no ha sido sino un espejismo en alta competición. Donde quedó demostrado que el fútbol del guardiolismo se debió a la conjunción de una seria de jugadores excepcionales y un gran entrenador. Guardiola llegó al equipo que enterró a su hijo, pero se topó con el equipo que creó su archienemigo, manejado con maestría por Ancelotti.

Parecía que, como Edipo, el Madrid se enfrentaría al destino de matar al padre, pero de esa batalla cruel se encargó Simeone, un hombre que ya ha hecho historia como entrenador en el Atlético de Madrid más competitivo que se recuerda. Han realizado una temporada memorable, inimaginable para cualquiera el pasado septiembre. En cierto modo, el Atlético ya la ha ganado.

Pero falta levantarla. Que la levante el Madrid.

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En defensa de Mourinho (y III)


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Segunda parte

La deshumanización es un proceso que consiste en hacer desaparecer características humanas. Se trata de sustraer los valores positivos para distorsionar una personalidad concreta, dejando de ella tan sólo valores percibidos como moralmente negativos.  Un grupo humano, un colectivo, puede percibir como una amenaza a un ‘outsider’ o grupo social y, a partir de ahí, comenzar un proceso sustentado en la supervivencia para deslegitimar la amenaza. Según el Doctor en Psicología por la Universidad de Pittsburgh, Daniel Bar-Tal, dicha deslegitimación sirve al principio como explicación al comportamiento del grupo, pero acaba como justificación. Así, ese proceso deslegitimador lleva al daño -no necesariamente físico- y más tarde, se intensifica la desligitimación para justificar ese daño.

No es un proceso planeado a escala social, sino un seguimiento de masa donde cualquier crítica al movimiento corre el peligro de ser identificado con el ‘outsider’ y correr su misma suerte, por lo que es más prudente optar por un silencio cómplice ante cualquier flagrante caso de abuso. Una vez en marcha el mecanismo, se entra en un círculo destructivo cada vez más intenso, y una espiral interminable de violencia lleva al sujeto a una condena moral, es decir,  a su deshumanización. Así, el sujeto puede ser objeto de cualquier tipo de vejación sin que haya una denuncia social del comportamiento del colectivo.

"Animó al Canillas sin ducharse", Marca.
«Animó al Canillas sin ducharse», Marca.

El caso de Mourinho, como se expuso en la segunda parte de esta trilogía, es un claro ejemplo de ello. No sólo los panzer mediáticos lo han atacado con insultos que van desde «carroña» hasta «nazi portugués», sino que el goteo diario de descalificaciones de perfil bajo han ido desde llamarlo «Pinocho» (a gritos, en la televisión, y en directo) hasta publicar que fue a ver entrenar a su hijo sin pasar por la ducha. Es el goteo incesante de la calumnia diaria lo que, poco a poco, gana adeptos.

La personalidad de Mourinho es, desde luego, controvertida, de las que levantan pasiones tanto positivas como negativas. A nadie deja indiferente. La caricatura dictatorial e impositiva dibujada por la prensa contrasta con el aprecio y la adhesión mostrados por la mayoría de los jugadores de los clubes por los que ha pasado. Sin embargo, es fácil transformar la exigencia, el trabajo duro e incluso la inflexibilidad con un carácter autoritario que no admite réplicas ni contestaciones.

Cualquier acción desinteresada de Mourinho, que por desinteresadas sólo pueden ser humanas y decentes si se mantienen en privado, ha sido sepultada por el acoso permanente de la prensa. Se han publicado con adversativas. Mourinho llegó al Madrid y amenazó al status quo vigente. Lo habría cambiado de haber logrado el apoyo institucional del que careció. Faltó arrojo y sobraron asadores. Mourinho se ha ido, cansado, con una guerra que comenzó perdiendo en casa, como Estados Unidos la de Vietnam. Pero creó, sin quererlo, un movimiento que se identificó con lo que él quería y que pretende cambiar las cosas. Que está hastiado y agotado de los tentáculos del poder fáctico en el club. Mourinho no representa ningún culto a la personalidad, ningún caudillismo. Esto parece que no lo entienden los periodistas que llevan veinte años dorando la píldora de jugadores y entrenadores justo media hora antes de machacarlos. Su comportamiento dista mucho de la profesionalidad. Se quedan en los nombres y creen que el enemigo juega una guerra de ídolos. Pero no es cuestión de nomenclaturas, sino de cómo hacer las cosas. Por eso va más allá del deporte.