Empatía por las bestias


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Vuelven los toros a San Sebastián, con monarquía del brazo y hierve la sangre abertzale. En la concentración de hoy contra los toros se ha escuchado «fuera monarquía», «los Borbones a los tiburones», «la tortura no es arte ni cultura», «Con un poco de suerte, mañana funeral», «PNV, español», «Independencia» y «vosotros fascistas, sois los terroristas». Como se puede ver, todo muy antitaurino, lo que demuestra el evidente carácter político de la prohibición de Bildu hace dos años.

Hay que tener cuajo para que esta pandilla llame terroristas a los demás. Ellos, que se han encargado durante décadas de sembrar el miedo en el País Vasco, que han apuntado con el dedo a sus propios amigos para que ETA los ejecutara. Ellos, que han vaciado cargadores en las urnas, que con cada voto a Batasuna han metido una bala en la recámara de los terroristas. Ellos exclaman contra las tortura de los animales; pero no apreciaron lo mismo en las 48 horas de Miguel Ángel Blanco o en los 532 días de Ortega Lara. Ellos, que han gritado «¡ETA mátalo!» hasta quedarse sin voz. Ellos, que no solo no han callado, sino que han vitoreado a los asesinos, que les ponen plazas, parques, calles y placas. Ellos, que han forzado el vacío a los valientes hasta que los han expulsado, que han proclamado la muerte civil de cientos de miles de vascos. Ellos, incapaces de sentir respeto por las vidas de hombres y mujeres que pensaban diferente, que han volado por los aires el futuro de tantas familias. Ellos, que jamás han condenado la muerte de un ser humano, se atreven ahora a dar lecciones morales. Tan solo son capaces de sentir empatía por las bestias. Con razón, por sus semejantes.

Dispersión


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A finales de los años ochenta, los etarras gobernaban las cárceles. Estaban casi todos en tres: Alcalá-Meco en Madrid y Herrera de la Mancha en Ciudad Real para los hombres; y Carabanchel para las mujeres. El miedo impedía que los terroristas arrepentidos se desligaran de la banda. Controlaban las comidas, distintas al resto de presos, las visitas. Nada se movía sin la aquiescencia de los jefes. No es difícil imaginar que fuera así con unos cien etarras por prisión. Tras el fracaso de las negociaciones de Argel, se puso en marcha la dispersión de presos. Los más radicales fueron trasladados al sur. Y se rompió la burbuja carcelaria de ETA. Los que quisieron abandonar la banda terrorista, se vieron libres de la vigilancia interna de la banda. En tan solo dos años, dos tercios, unos 120 presos, renegaron de la banda. La política de dispersión de presos ha hecho mucho daño a ETA, por eso siempre se ha reivindicado el acercamiento.

Podemos y Bildu argumentan que la dispersión es una excepción que perjudica a las familias, una condena sobre ellas y no sobre el individuo. Lo ha dicho Iñigo Errejón y lo ha corroborado Pablo Iglesias. El último, además, ha afirmado que él mismo ha visto en televisión cómo el alcalde de Pamplona ha condenado toda forma de violencia contra los derechos humanos, que es la forma que tienen los etarras y afines de absolver a la banda. Habría que preguntar a los dirigentes de Podemos si les parecería excepcional separar en cárceles distintas a los miembros de un clan mafioso o a una banda de narcotraficantes para impedir sus negocios, dificultar su operativa y facilitar la reinserción. Ellos entienden la dispersión como una venganza del Estado, como una forma de aplicar la justicia con crueldad, cuando no es más que un instrumento penitenciario para debilitar a organizaciones terroristas. Se les olvida, especialmente a los condenados en los últimos 25 años, que cuando cometieron sus delitos de sangre, sabían que serían encarcelados lejos de sus familias. Sabían las consecuencias. Y asesinaron.

Quien más lejos ha llevado las afirmaciones ha sido Roberto Uriarte, secretario general de Podemos en el País Vasco:

No puede haber un criterio vengativo sobre las personas presas, al margen de lo que hayan hecho y, al margen de que hayan sido presos por delitos políticos o delitos comunes.

En la justificación que tanto les gusta ahora, el contexto, esperamos que aclare qué es un delito político. Y quiénes lo han cometido. Aunque nos tememos la respuesta.

Líneas de gama baja


efe_20150516_212930_pa0977_24985_1Hugo Chávez, elogiado tanto por Pablo Iglesias como por la élite pensante de Podemos, culpó a la corrupción política de la situación en Venezuela y llegó a rechazar el socialismo como forma de gobierno con tal de llegar al poder. El paralelismo estratégico es inevitable: Podemos ha suavizado su discurso para alcanzar a un espectro mayor de votantes y la culpa de nuestra situación es de la casta corrupta.

Iglesias ha sacado su mejor lado en la entrevista que le ha realizado Ana Rosa Quintana en su programa, que consiste en enfadarse y ponerse de perfil cuando la pregunta le molesta. Así ha ocurrido cuando le han tocado los navarros. Resulta que un comportamiento democrático no ya ejemplar, sino simplemente decente, es incompatible con el apoyo a la investidura de Bildu en Pamplona. Hasta hace pocos días, Podemos no pactaría con el partido filoetarra sin condena previa del terrorismo. En la entrevista, sin embargo, Iglesias se abstrae contundente porque Aranzadi no es Podemos e, igual que Manuela Carmena o Ada Colau, no tienen que pedir permiso para llegar a ningún acuerdo. Muy bien. De ser así, lo único presentable es desligarse sin ambages de ellos. Pero Iglesias no lo hace y, en cambio, afirma que

es de sinvergüenzas que corruptos en Navarra se atrevan a utilizar la memoria de las víctimas para decir ‘yo tengo que ser alcalde’.

Traguito de agua y publicidad. La inmoralidad alcanza sus cotas más elevadas. Iglesias justifica que la gente ha votado como ha votado, como si eso obligara a Aranzadi a pactar de forma irremediable con Bildu. O a Iglesias a continuar apoyándolos. Una imposición por la higiene institucional, que pasa por no limpiar la sangre. Pero el objetivo principal, tanto de Podemos como de Aranzadi, es echar a UPN del gobierno. No lo digo yo, lo dicen ellos en este documento de apoyo:

10ª Opción anticasta: Aranzadi es, a día de hoy, la única opción que la gente de Podemos y del resto de la ciudadanía tienen para echar a la casta corrupta de Barcina y Maya del Ayuntamiento de Pamplona.

A la vista de los resultados, necesitan dar la alcaldía a Bildu para desalojar a UPN. El problema de fondo es que están más cerca de los herederos de Batasuna que del PP. Vale todo, incluso saltarse las líneas rojas de condena del terrorismo para lograr el objetivo. Pablo Iglesias es de una casta moral peligrosa. Los medios han decidido que se ha moderado, como si hubiera madurado avanzada ya la treintena. Lo tratan, a veces, como un imberbe con mucho que aprender. Como si los deseos vencieran a la realidad. ¿Qué hace que olvidemos su discurso radical cuando no pasaba de prédica? La insobornable necedad del hombre de pensar que todos somos buenos. Como si el infierno no estuviera empedrado de buenas intenciones. Nadie nos podrá decir que no estábamos avisados.

 

Hecatombe electoral


La fuerte presencia de Bildu en el Parlamento Vasco no sorprende a nadie. En la imagen de arriba se ve la ridícula minoría en la que ha quedado el Partido Popular, convertido ahora en un partido irrelevante para hacer política en el País Vasco. Ha logrado convertirse en lo mismo que es en Cataluña desde hace años: la nada.

La fuerza del nacionalismo, en número de votos, está más o menos en su media, que, a lo largo de estos 32 años, es de 640.663. Sin embargo, los partidos constitucionalistas han obtenido su segundo peor resultado de la historia, solo superado por los de 1994. Así, han sumado alrededor de 80.000 votos por debajo de su media. El fracaso, por tanto, hay que extenderlo a UPyD, que ha sido incapaz de mejorar sus resultados, pues mantiene el escaño y cerca de 22.000 votos logrados en 2009. En Galicia, ni siquiera forman grupo.

La siguiente gráfica muestra algo que no había ocurrido antes en el País Vasco. La linea azul es la suma de votos constitucionalistas y la verde, la suma nacionalista. Las barras muestran la participación (eje derecho) que, lógicamente, hace que los votos de las formaciones políticas aumenten. Sin embargo, esta vez es la primera vez que sube la participación y la suma constitucionalista se desploma.

Así, los partidos nacionales deberán preguntarse qué es lo que han hecho mal. Aunque quizás muchos analicen los resultados desde un punto de vista regionalista, el descenso que se da de votantes allí donde se han celebrado elecciones tiene que llevar a una conclusión nacional. La crisis económica está pasando factura a ambos partidos, en especial al PSOE, que se ha instalado en la hecatombe labrada con Zapatero. La tendencia socialista indica a Rajoy el camino que no debe seguir. O sea, el que probablemente seguirá.