Confort de Piqué


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El buenismo, la defensa una opinión mayoritaria sin el filtro de la crítica, son zonas de confort. No pocos madridistas han aplaudido las declaraciones de Piqué donde, básicamente, se defiende con cierta espontaneidad infantil: yo soy así. Bien está. Esos mismos madridistas opinan que se atreve a hacer declaraciones que otros no hacen. Es posible. Pero deben tener en cuenta que su parroquia, la del culé, es una distinta a la suya no sólo en lo deportivo, sino fundamentalmente en lo político.

Yerra cuando asegura que le pitan por la rivalidad con el Real Madrid. Sus celebraciones obedecen a complejos. La pregunta pertinente es por qué él es abucheado y otros no. Piqué se ha significado a favor de un referéndum, pero esquiva el adjetivo con el que calificarse. Ve «correcto» ir con la selección española y, a la vez, natural apoyar la oficialidad de las selecciones catalanas «porque le han dado mucho», como si no hubiera un impulso político detrás. Seguro que sus opiniones son sinceras y es posible que no vea las incongruencias de su discurso. Al fin y al cabo, no se le puede pedir mucho: tan solo es un futbolista.

Piqué descansa en el colchón sentimental de su zona de confort, limitado a Cataluña, que es donde bien vive y juega. Lo incómodo para el jugador sería afirmar (y pensar) que preguntar a la gente está muy bien, pero que no se puede despreciar la ley y que, por tanto, lo que pretenden los políticos independentistas es un fraude. Que la oficialidad de las selecciones catalanas impediría jugar con España. Que el proceso soberanista es un fiasco. Que ser catalán no es ser nacionalista. A buen seguro, se acabarían los pitos por España, pero iba a vivir peor.

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