Lamentable equidistancia periodística


El Artículo de 233 de la Constitución de Venezuela dice exactamente lo siguiente:

Art. 233 Constitución de Venezuela

Nos interesa el segundo párrafo:

Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidente electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.

La «falta absoluta» quiere decir que aquél que ha sido elegido para un mandato presidencial concreto, no puede ejercerlo o se ve obligado a dejar de ejercerlo. El caso de Chávez es la única falta absoluta de la que no se vuelve. Ha quedado claro, por tanto, que los bolivarianos han optado por aplicar el tercer párrafo y no el segundo, es decir, se han saltado la Constitución que ellos mismos redactaron a su imagen y semejanza.

Pues bien, José Ángel Abad, en su reportaje desde Venzuela para Antena 3 Noticias, ha afirmado que Henrique Capriles «ha tildado de inconstitucional» el hecho de que Maduro haya sido nombrado Presidente de Venezuela para estos próximos treinta días antes de celebrarse las nuevas elecciones. Ya desde Madrid, el presentador ha dado a entender, como Abad, que lo de Capriles es una versión. Es la asquerosa y automática equidistancia del periodismo. Lo de Capriles, como se ha expuesto anteriormente, no es una versión, sino la lectura directa y clara de la ley. Y el periodismo envía el mensaje erróneo al telespectador, como si la ley pudiera ser una interpretación de los hechos. El periodismo, en estos casos, sólo puede hacer una cosa: denunciar la ilegalidad.

Para tener perspectiva de todo lo anterior, pondré un ejemplo claro y simple. Supongamos que mato a una persona y Antena 3 entrevista a mi vecino. Éste, que es tonto, dice que a lo mejor eso de matar no es ilegal. Y van los periodistas, y afirman que, según mi vecino, a lo mejor lo que he hecho no es un delito. ¡Siguiente noticia!

Que el titular siempre corrobore la noticia


El tren, estampado contra el edificio de viviendas.

El titular es la primera frase por la que se pierden lectores. O se ganan. Pero si hay algo que desconcierta al personal, y creo que con razón, es el titular llamativo que la noticia no sostiene, sino que convierte la rotunda afirmación de cualquier titular, en una mera hipótesis. Es lo que ha ocurrido con la sorprendente noticia de la joven que estrelló el pasado martes un tren contra un edificio de tres pisos a las afueras de Estocolmo. La he seguido por dos motivos: el primero, por el interés periodístico que me suscita el desvanecimiento de los titulares párrafo a párrafo; el segundo, porque Alejandro Suárez me preguntó por ella en Twitter. Respondí como pude y con cierto escepticismo respecto a que fuera un robo, así que, digamos, aquí está la versión ampliada.

Los hechos que tenemos son los siguientes: una joven de poco más de 20 años, que trabaja como limpiadora para la empresa Arriva, -que mantiene y opera ese ferrocarril a través de una subcontrata con la empresa pública Storstockholms Lokaltrafik (SL)-, estrella de madrugada un tren sin pasajeros contra un edificio de viviendas a unos 70-80 kms/h. Nadie ha muerto, aunque ella está malherida y, cuando logran sacarla del tren, es trasladada al Hospital Karolinska. Se encuentra grave pero su vida no corre peligro. La policía la mantiene detenida y espera poder interrogarla para esclarecer los hechos.

El portavoz de SL, Jesper Petterson, declaró el martes que

No sabemos por qué ella estaba en el asiento del conductor o si el incidente ha sido un accidente. Hay una investigación policial en curso y esperamos que ellos lo aclaren.

Sin embargo, lean las palabras de Tomas Hedenius, portavoz de Arriva, en la misma noticia:

Ha sido una limpiadora quien, por motivos desconocidos, ha robado el tren. (…) De alguna manera, se las arregló para entrar y robar uno de los trenes. Estamos investigando cómo puede haber ocurrido.

Los medios, y hablo en todos los países, han utilizado titulares parecidos a éste:

Mujer de la limpieza roba un tren y lo estrella contra una casa

Arriva es una parte interesada de la noticia y como tal deben tomarse sus declaraciones. Lo es porque, si se confirmara un fallo de seguridad en sus trenes, tienen un problema serio. No es lo mismo una negligencia que un robo. No digo que el portavoz actúe de mala fe. Puede que crea convencido que, en efecto, lo ha robado. Pero, en ningún caso, demuestra la acusación. Sus declaraciones dejan las lagunas evidentes de cualquier afirmación sin testigos. ¿No es más plausible, sin tener ni la declaración de la chica ni las conclusiones policiales, pensar que, de alguna manera accidental accionara algo en el tren y se pusiera en marcha?

Contacté esta mañana con Oliver Geeperiodista del sueco The Local, que ha seguido el caso desde el primer día. Ha tenido la amabilidad de confirmarme que, en efecto, la afirmación del portavoz de Arriva fue suficiente para que los medios escribieran titulares como el expuesto más arriba.

Cuando escribo esto, la chica todavía no ha podido ser interrogada. Aún así, ayer, el mismo portavoz que la acusó de robo, reculó en declaraciones a Oliver, con las que, por cierto, abre hoy la prensa sueca:

Puede que el accidente de tren sea un accidente. (…) No lo sabemos seguro, estamos investigando, y esperando a que la policía termine la suya.

En estos días que llevo siguiendo la noticia, no se ha publicado el nombre de la chica. Así, la noticia no se alimenta con declaraciones de amigos o familiares. Tampoco alimenta posibles sospechas en indicios absurdos. Oliver me ha explicado el motivo:

Su nombre no se ha hecho público, pero, de saberlo, muy probablemente no lo publicaríamos. Hay una serie de leyes sobre los nombres de los criminales y las víctimas en Suecia y, en la vasta mayoría de los casos, nunca publicamos el nombre de un sospechoso bajo ningún concepto. En cualquier caso, no está en condiciones de hablar con la policía, así que nadie sabe nada de nada.

Hoy, a mediodía, The Local ha publicado lo siguiente:

Limpiadora involucrada en el accidente de tren, fuera de toda sospecha (…) Después de buscar en su casa, hablar con familiares y con trabajadores de emergencias que estuvieron en contacto con la chica, los investigadores han concluido que no hay motivo alguno para sospechar que, intencionadamente, puso el tren en marcha.

La investigación forense ha mostrado que hay una serie de infracciones de seguridad en el tren y en el lugar donde estaba estacionado. Tomas Hedenius se disculpa ante el periódico:

Dejé claro desde el principio que todos los escenarios eran posibles. Ha sido desafortunado que haya sido descrita como una ladrona, y lo siento muchísimo. (…) Debería haber hecho más para dejar claro que había varios escenarios posibles. Es evidente que no hice lo suficiente.

Si los medios hubieran elegido un titular parecido a éste,

Mujer de la limpieza descarrila un tren vacío y se estrella contra una casa

Y un ladillo en la noticia,

La empresa cree que la empleada robó el tren

¿Se acerca más a los hechos conocidos en su momento? ¿Deja en el mismo lugar a la chica? ¿Y a la empresa?

Del fracaso del periodismo: De Bruselas a Zagreb


Los descubrimientos extraordinarios necesitan pruebas extraordinarias. Con esta afirmación, los científicos suelen tomar con cautela lo que los periodistas abrazamos con entusiasmo: la noticia del siglo. Si más tarde se demuestra falsa esa nueva hazaña de la humanidad, ya no es un problema nuestro, que hemos vendido nuestros periódicos y hecho nuestro agosto, sino científico. Por eso, el periodismo no pone reparos en publicar que una señora, en vez de hacerse 60 kms, se ha metido para el cuerpo 1450, ha repostado dos veces, ha dormido en el coche, ha visto señales en varios idiomas y solamente cuando su GPS le ha dicho que ha llegado a su destino, ella se ha dado cuenta de que, en vez de en Bruselas, estaba en Zagreb. Su única explicación es que iba distraída. Señores, 1390 kms. de distracción.

Pongamos el tema en perspectiva. Es como si usted, que está en Madrid, va a Guadalajara, se despista, y acaba en París. O como si usted, que vive en Barcelona, tiene intención de ir a Manresa y aparece en Stuttgart. O como si vive en México DF, quiere ir a Toluca, y termina en una penitenciaría de San Antonio, Texas. Creo que pillamos la idea.

La noticia es tan extraordinaria que debería exigir, como en la ciencia, confirmaciones extraordinarias. Así que veamos:

Dice The Telegraph que nuestra protagonista sale de Solre-sur-Sambre, una localidad a 38 millas de Bruselas, es decir, a unos 60 kms. Gracias a Google Maps, sabemos que la distancia más corta hasta el centro de la capital es de 74 kms. pero, dependiendo del destino final de la anciana, puede reducirse a unos 60. Todo parece correcto.

Sin embargo, la distancia con Zagreb varía enormemente. Se habla de 901 millas, es decir, de 1450 kms. Pero, por la imagen de Google Maps, las distancias van de 1277 kms. a 1325, muy lejos de la información. Es cierto que un GPS puede equivocarse y dirigir al usuario por caminos de tierra o calles prohibidas, pero en las distancias tan largas y destinos tan importantes como ciudades grandes, donde el camino más rápido suele ser de autopista, no tiene sentido una variación de 125 kms. con la distancia más larga.

La venerable señora afirma, también, que veía carteles en alemán. Supongo que después de cruzar toda Alemania y Austria, que se dice pronto, no se dio cuenta de que había otro idioma, el esloveno, porque también tuvo que cruzar Eslovenia de norte a sur. Pero no, parece que no se percató. Quizás, una mujer acostumbrada a ver carteles en flamenco, vio de pronto uno en esloveno y pensó: ya debo de estar cerquita.

Llegamos a la frontera y la mujer se encontró con la estampa de la imagen:

Resulta que Croacia no pertenece a la Unión Europea. Como vemos, hay unas vallas, varias colas de coches, y unas típicas casetas de frontera donde suele haber un policía que te pide el pasaporte. El señor lo hace en un idioma inteligible y tú se lo entregas porque sabes que estás en una frontera, no porque lo entiendas. Porque en las fronteras, lo que hace todo el mundo, es entregar el pasaporte. Se ha convertido en una costumbre. Pero sólo es un pequeño y molesto contratiempo para nuestra aventurera pues, la superabuela, por supuesto, lleva el pasaporte encima. Tampoco le extrañaría que, lo que para ella sería un peaje colocado de la noche a la mañana en las inmediaciones de Bruselas, le solicitaran la documentación, ya que es de popular conocimiento que, con el jaleo político entre flamencos y valones, todo belga que se precie sale con el pasaporte entre los dientes, no vaya a ser que un sábado salga de una discoteca de Bruselas a las seis de la mañana y resulte estar en un país extranjero.

Uno de los mejores medidores para detectar una noticia falsa o, al menos, dudar seriamente de ella, es acudir al periodismo anglosajón. Según Europa Press, y también según Flanders News, la noticia parte de Nieuwsblad, periódico flamenco que ya debería hacer sospechar a mas de uno ya que, al fin y al cabo, nuestra intrépida protagonista es francófona. En France Press no aparece la noticia. Tampoco la he encontrado en ningún medio francés serio. Ni en Reuters. En el periodismo anglosajón, tan solo en el sensacionalista Daily Mail, y en el ya más serio The Telegraph. No está ni en The Sun, tabloide sensacionalista por excelencia. En Estados Unidos, no saben ni quién es esta señora.

Ahora vayamos a la prensa española: El Periódico de Catalunya, La Vanguardia, El Mundo, Público, la mencionada Europa Press, El Confidencial, El Diario.es, El Diario Vasco, ABC, La Razón y EFE. Añadan todas las televisiones. Y seguro que hay muchos más. Solamente se ha salvado El País.

La noticia, además de inverosímil, carece del mínimo rigor periodístico. Por tanto, y mientras no se demuestre lo contrario, debe ser tomada como falsa. No hay, ni en lo más remoto, una sola comprobación de fuentes. Todos dan por bueno lo que ha escrito el de al lado. El Nieuwsblad tampoco cita fuentes. Sólo da un nombre común de una anciana que podría ser cualquiera y una foto que, por lo que a mí respecta, podría ser la madre del redactor. Las preguntas que yo me he hecho, que se hará cualquier hijo de vecino, no están contestadas en ninguna de las noticias. Todos dan por buenas las supuestas explicaciones de la anciana: estaba distraída.

Verán, el periodismo trata de filtrar noticias. El periodismo tiene que decidir qué es y qué no es relevante. Es imposible publicar todo lo que llega a una redacción de un periódico a diario. Por tanto, si filtra, es porque se supone que tiene un criterio formado para ello. Ejemplos como los de esta noticia, donde preguntas tan básicas y elementales no son contestadas y aún así se publican, demuestran el desmadrado fracaso de la profesión, el hambre por llegar el primero y justifican completamente el descrédito ante la sociedad. El periodismo se ha perdido el respeto a sí mismo, y no esperemos que nadie se lo tenga. No acusemos de intrusismo a cualquiera que escribe sobre lo que le da la gana, con mayor o menor acierto, cuando hemos decidido delegar nuestro trabajo en la desidia.

Arcadi Espada suele decir que la pregunta «por qué» es un atajo fácil para cerrar una historia. Que para llegar a la verdad, hay que hacer el resto de preguntas. Algunas, muchas veces.

El laberinto del why. Esa perversión. Todo lo que podemos saber de why, está en el qué, en el cómo, en el cuándo y en el dónde. Es una pregunta inevitable. Pero la respuesta solo puede darla un consorcio. El why no es una región diferenciada.

Esta noticia es un buen ejemplo. La infantil respuesta de la anciana, «me despisté», solo puede ir precedida de un perezoso por qué.

Actualización (17/1/12 a las 16:03): Gracias a un comentario en este post, me llega que Manuel Ángel Méndez ha publicado hace apenas una hora, en Gizmodo, la verdadera historia después de hacer las preguntas correctas, a las personas adecuadas. Resumo, pero invito a que la lean:

Sabine Moreau, la protagonista de esta historia, padece demencia senil. Se equivocó al meter la dirección. No hubo, por tanto, ni un despiste colosal ni un fallo del GPS. La policía no sabe con seguridad siquiera si llegó a entrar en Croacia.

La historia, tal y como se nos contó era del todo increíble. Pero resulta ser una mujer enferma que, en vez de salir andando de casa, salió en coche y se pierde. Lo que nos cuenta Manuel entra dentro de lo sorprendente, pero es verosímil y, además, aporta datos suficientes, como el enlace a la comisaría belga que llevó el caso.

Que el nombre coincida, como dijo mik en un comentario, con el de una protagonista de Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma, parece que no deja de ser una de esas ironías incalificables del destino.

Gracias, Manuel.

30 años, el ABC y la buena vida


A uno debería de extrañarle que el ABC titulara, como noticia destacada, los 30 años de la llegada al gobierno de Felipe González.

Portada del ABC

A no ser que, debajo, hubiera una vidorra a cargo del socialismo.

Portada ABC 2

El día más feliz de su vida


El Diario Vasco informó ayer de una boda que acabó en pelea. Se casaban en San Sebastián una vasca y un vallisoletano. Habría sido una bronca más de whisky y ginebra si no fuera porque, según un testigo, el ambiente se fue calentando cuando unos gritaban «Viva España» y otros respondían «Gora ETA». Y viceversa. Después, alguien quiso poner una canción de Benito Lertxundi, que canta en vasco. El novio ordenó que la quitaran. Luego, otro invitado exigió que sonara de nuevo y, esta vez, entera. La copas subieron la tensión y uno de los invitados vascos sacudió el puñetazo que desencadenó una pelea que acabó con la intervención de la Ertzaintza, dos detenidos y varios heridos.

Me sorprende de la historia que ninguno de los periódicos en los que he leído la noticia señalen que «Viva España» no es la antítesis de «Gora ETA». Todos presentan el origen en un choque de ideologías. Mal hace el periodismo si ni siquiera es capaz de identificar que, mientras unos lanzaban gritos patrióticos, otros enaltecían el terrorismo de una banda criminal que ha asesinado a 857 personas por toda España. Una manada terrorista que ha atemorizado a toda una sociedad que ha vivido durante 40 años bajo la dictadura del miedo.

Lo que quizás no hayan sabido nunca los colegas de las bombas lapa es que su capacidad de infundir terror termina donde comienza la provincia de Burgos. Un vasco quizás sea capaz de soportar los gritos, apear la mirada, tapiar los tímpanos y seguir comiendo del plato. Ha lactado el miedo. Pero las posibilidades de que eso ocurra con un grupo de españoles arropados y edulcorados es muy baja. Y si además son una colección de bestias, aún menos.

Los versos de Lertxundi solo fueron la chispa que todos buscaban encender.

La boda parece la viva metáfora de la política que sufrimos. La novia termina, impotente y micrófono en mano, suplicando a la desesperada que dejen la pelea. Pero ella tenía que haber actuado con el primer gora ETA. Y al segundo, haber expulsado de la boda a todos los amigos del tiro en la nuca. Pero no lo hizo. Y así pasó el día más feliz de su vida.

Lo que nunca pudimos pagar


Equipo de investigación de Antena 3

Durante los siglos en que España fue musulmana nacieron los reinos de taifas. No tardaron en competir entre ellos militarmente y en prestigio. Todos intentaron atraer a los mejores poetas y artesanos y se convirtieron en luchas de poder entre clanes y familias. Un milenio después, no pocos insisten, o insistimos, en que España se ha convertido de nuevo en un reino de taifas donde cada uno hace la guerra por su cuenta, no presenta cuentas ante nadie y solo se fijan en la provincia vecina para medir los zancos a calzar para seguir mirándola por encima del hombro. España se ha convertido en un país donde casi cada provincia tiene un aeropuerto y grandes infraestructuras insostenibles alimentadas por las ínfulas de grandeza de presidentes de comunidades autónomas y alcaldes visionarios más interesados en medrar en aplausos que en gestionar con responsabilidad el gasto público. En definitiva, lo que ha ocurrido es un atraco con la ley en la mano.

La actual división del Estado ha permitido crear esas taifas que parecen competir entre ellas en grandeza para terminar compitiendo en miseria. Las cesiones de competencias han terminado conformando un Estado ineficiente, corrupto y totalmente insostenible. Aunque vivimos una gravísima crisis financiera, no es menos cierto que, si no se reestructura el Estado, es decir, si no se atacan los gastos del las administraciones públicas con la misma agresividad con la que se han subido los impuestos, estaremos abocados a una intervención aún mayor.

No soy muy amigo de los reportajes en periodísticos en televisión. Suelen ser tramposos. Pero el programa Equipo de Investigación de Antena 3 hizo un gran trabajo con «El dinero que no debimos gastar» y el despilfarro de las administraciones públicas: coches oficiales, aeropuertos deficitarios con un solo vuelo al día y billetes subvencionados, autovías desérticas y macroinfraestructuras que, en nombre de los ciudadanos y siempre con su dinero, sirvieron para engordar el ego palurdo de los políticos de estas taifas derruidas.

Irse a Madrid es un libro para ligar


Se acercaba el verano cuando supe por primera vez de Manuel Jabois. Probablemente Tsevanrabtan o Verónica Puertollano comentaron alguno de sus twits. Algo ingenioso, claro, porque Jabois no sabe ser otra cosa. Ojo, que no soy de enjabonar. Y mucho menos a un tipo que no conozco y que tampoco tiene pinta de que me vaya a ofrecer un trabajo digno en la vida. Pero bueno, esta entrada tiene un propósito, y es su libro. He venido a hablar de su libro.

Cuando supe de la existencia de Irse a Madrid lo busqué en La Casa del Libro. Encontré el único ejemplar que quedaba mientras una chica preguntaba por él en caja. Mi reacción natural sería meterlo en la solapa, y si no lo hice fue porque tenía detrás al vigilante de la puerta. Se preguntarán por qué haría yo un gesto tan de Winona Ryder. Pues porque soy un hombre y, como todo hombre, cuando una morena con ojos azules me mira haciendo pucheros porque le he levantado el último libro que tanto tiempo lleva buscando, me comporto como un idiota y se lo doy. Ella dirá que no, yo insistiré y, finalmente, lo aceptará con una sonrisa complaciente, mezcla de «he conseguido lo que quiero» y «qué imbécil eres». Y es que mi cerebro, en estas ocasiones, libra una batalla perdida entre la fantasía y la razón. La fantasía siempre vence porque representa lo que deseo, y la razón, la hostia que me voy a dar. Yo, como soy un romántico, siempre me doy de bruces.

La fantasía es como un consejero de una caja de ahorros: te quiebra la vida. La fantasía me asesora que mi caballerosidad prendará a la chavala, que me invitará al Starbucks de la esquina para hablar de Jabois (fíjate Manuel que te acabo de colocar en un pedestal intelectual, aunque he cambiado el Gijón de Baroja), de su libro y de cómo es posible que sea conocido en Madrid un periodista del «Diario de Pontevedra». Y ahí, en las distancias cortas, sobre todo si son de Pontevedra, yo gano mucho. Mientras, la razón es como el hermano mayor, aunque en mi caso es el pequeño, que me dice que ella pagará el libro y no volveré a verla en mi puta vida. Así que, en un giro trómbico, logré evitar el choque y ya desde el retrovisor escuché al vendelibros decir que el libro debía de estar por ahí.

Salí de la tienda a hurtadillas, con paso de Cuasimodo. Con el subidón de adrenalina de un vendedor de enciclopedias que coloca tres a una familia numerosa desahuciada e inmigrante. Mueble incluido.

Como he dicho, se acercaba el verano, así que Irse a Madrid fue ese libro ligero de de verano y piscina. Cuando me conseguía concentrar claro, porque los frutos que da esa piscina, juro que no son terrenales. Entre la portada del libro y los bikinis, pensaba que había caído en algún lugar desaconsejado por La Biblia.

Que nadie se tome a mal lo de ligero. Cuando, ya terminando el verano, me fui de viaje a Portugal y Tarifa, me llevé La Contratación Colectiva, de William H. Hutt, recomendado un día por Rodríguez Braun en La Brújula de la economía. Y, amigos, no dudo del interés de dicho estudio, pero el Tangana no es su biblioteca.

Así que ahí estaba yo, con todo el verano por delante para leer las columnas de Jabois. Una de ellas da el título: «Baroja, más discreto, decía que para ser escritor había que llegar al Gijón y ponerse a la cola, pero Baroja no tenía ADSL» (pág. 33).

En charlas de bares, en las que me quiero hacer el simpático, me he agarrado a las columnas de Jabois. Es lo que son, historias cercanas. Las contaba para sacar un provecho personal, lo reconozco: solo se las he contado a chicas. Comenzaba diciendo «estoy leyendo un libro…», como para lograr la sorpresa de alguna. Y luego ya, soltaba la columna. Sí, he utilizado a Jabois para ligar. Y debo decir que con bastante éxito. He contado las historias, y mi amigo se ha puesto morado.

Jabois narra en sus columnas lo que ocurre a su alrededor. Hace periodismo del periodismo, con la venia que le da reírse de su sombra y ponerse en evidencia. Es un faltón consigo mismo, un ojo de halcón de lo cotidiano, te ve cuando crees que nadie te mira, como las cámaras de Preciados. Sus metáforas huyen de lugares comunes y las reinventa con una fluidez literaria. Es como aquellos compañeros de colegio que sabíamos que apenas estudiaban y siempre sacaban buenas notas. Ahora, ya sé qué ocurre cuando no encuentro palabras: están todas en la puerta de su casa, haciendo cola, como escritores en el Gijón, para que él las escriba. Habrá que arrimarse, a ver si se pega. Porque parece que tiene un ángel caído, y que le ha caído encima.