Y a ti Maduro


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Arcadi Espada ha dejado claro su punto de vista en Onda Cero sobre la pequeña polémica en ‘Salvados’ a propósito de este breve fragmento:

Iglesias: Hay algo que creo que te puede hacer daño y no te lo digo por criticar. Cuando Esperanza Aguirre te dice «me gusta Albert Rivera» o cuando Alfonso Rojo, Arcadi Espada o Isabel San Sebastián dicen «preferimos a Albert Rivera», creo que esto te hace daño.

Rivera: Y cuando lo dice Maduro de vosotros también. Pero yo no pienso entrar en este juego, porque la gente está harta del «y tú más».

Al periodista le parece una comparación irrelevante y que Rivera se avergüenza ahora de esos apoyos que, en su momento, le vinieron bien por distintos motivos:

Cuando Rivera presentó su Movimiento Ciudadano en Madrid, sólo había apenas dos periodistas que lo apoyaban, Isabel San Sebastián y Alfonso Rojo; cuando intentó entrar en el caladero de votos del PP, le fue muy útil que Esperanza Aguirre hablara de él con la corrección con la que ha hablado siempre.

Es evidente que Rivera se quiere demarcar de la imagen guerrera de la política del PP y también de los tres periodistas. De Espada, quizás, por asociación. Aunque seguro que habla bien de ellos en la intimidad, como aquellos alientos del miedo.

Bremaneur opina en el Blog de Arcadi Espada que

La respuesta de Rivera me ha parecido impecable, porque ha dejado en evidencia la infantilización del profesor universitario. Haber entrado al trapo defendiendo a Arcadi, a San Sebastián y a Rojo habría sido entrar en el juego del leninista. Para mí, el zasca en toa la boca que le ha dado al guay de Venezuela ha acallado cualquier atisbo de comparación entre Arcadi et alii y el dictador Maduro.

Sin embargo, creo que el periodista Santiago González da en la diana en su post ‘Ojo con las equiparaciones’: la respuesta de Rivera acepta la comparación. Y no la desmonta.

Y sin querer le salió un «y a ti Maduro». La única respuesta sin aritmética, de ser ese ágora escenificado, como dice Pablo Mediavilla, ese café de cartón, un café de verdad; la única respuesta, digo, habría trascendido desde los nombres hasta el sistema. Una en que Rivera sintiese un respeto por cualquier político que hubiera gobernado el país o una comunidad autónoma o hasta un ayuntamiento. Y respecto a los periodistas, se puede estar de acuerdo o no con ellos, pero sin intención de decirles qué deben o no deben escribir y opinar. Y tú, Pablo, no sé si podrías decir que tienes el mismo respeto por Maduro que yo por los nombres que mencionas.

Silencio sobre el terror


He leído muchas críticas sobre la entrevista de Jordi Évole al etarra arrepentido Rekarte: ha dado pábulo a un terrorista. No estoy de acuerdo. Ha abierto a ETA desde dentro, como sólo desde dentro puede hacerlo un asesino… o un infiltrado de la policía. Lo malo es entrevistar a Otegi. Rekarte, en otra entrevista otorgada a Crónica de El Mundo, asegura que «Otegi no es ni mucho menos un hombre de paz, es un cobarde». Lo inmoral es plantear una pregunta, como en el reportaje ‘¿Asesinos o mártires? No hay paz para el País Vasco’ de Walter Tauber y el español Pedro Barbadillo, donde se desliza la pregunta como una duda. Se puede, incluso, entrevistar a un etarra, siempre y cuando se desnude su miseria y se retrate lo que es.

En los peores años de ETA, las familias no hablaban de política. Era una forma de defensa. No para defenderse de los etarras, sino para no señalarse. El único éxito de ETA fue colarse en las casas para que nadie hablara de ella. Un silencio que penetró en los comedores no tras el estruendo seco de una Parabellum ni debido al estallido brutal de una bomba lapa, sino por el miedo a la exclusión social que provocaba cualquier gesto alejado de la causa, por mínimo que fuera. El exetarra Rekarte cuenta cómo él ha conocido a una mujer a la que asesinaron al marido… y los vecinos dejaron de hablar con ella. Así de esquizofrénica era la sociedad vasca. No fue, ni mucho menos, un caso aislado.

Rekarte afirma que en su casa nunca se habló de política. Es una respuesta que contextualiza al personaje: en su entorno familiar no había un ambiente radical que, casi inevitablemente, le llevara a meterse en una organización criminal como ETA. Se descarta, así, que el problema sea de cuna cuando, en realidad, es justo eso: no se ha hablado nunca de política. De ahí que, y en contra de lo que ocurre en cualquier país democrático, los asesinos en nombre de la patria vasca eran héroes: pocos padres se atrevieron a decir a sus chavales que los etarras no eran más que asesinos.

Pensamientos teledirigidos


Salvados FinlandiaDesde hace ya mucho tiempo no veo ni un solo programa de televisión, ni siquiera los telediarios (éstos últimos intento evitarlos como la peste) y me limito a disfrutar de vez en cuando de alguna buena película en DVD. Creo que jamás he tomado una decisión más saludable en mi vida. Ni fumo, ni bebo ni veo la televisión y, de estas tres cosas, la última es sin duda la mejor.

No obstante, y gracias al consejo de un buen amigo mío, el domingo pasado decidí echar una canita al aire viendo el primer programa de la nueva temporada de ‘Salvados’.

Dios mío.

No digo yo que ‘Salvados’ no sea lo que hoy se entiende como un buen programa; como he perdido la práctica de ver la televisión no me siento con la suficiente confianza como para establecer un criterio. El caso es que dio la casualidad de que se ocupaba de la educación pública española y, dado que soy profesor de la Comunidad de Madrid, le tomé cierto interés.

Básicamente, el programa consistía en realizar una investigación mediante varias entrevistas. Primero se entrevistaba a un catedrático de la Universidad de La Coruña y a algunos profesores de un colegio público en Barcelona y luego, tras un rápido viaje a Finlandia, a dos profesoras nativas y a algunos españoles que se encontraban por allí trabajando.

He de decir que, efectivamente, la educación finesa debe de ser extremadamente buena, tal y como asegura el informe PISA, puesto que una de las entrevistadas, una profesora de español joven y guapa, hablaba nuestra lengua impecablemente bien; vamos, de hecho la hablaba mucho mejor que los profesores españoles. Por lo demás, y bajo mi punto de vista, las preguntas estuvieron bastante bien escogidas, y desde el primer momento quedó meridianamente clara la tesis fundamental de la investigación: si el gobierno español invirtiera más dinero en la enseñanza pública, otro gallo nos cantaría. Todo el mundo en el programa pareció estar de acuerdo.

Ha llegado sin embargo a mis oídos un caso sorprendente de rebeldía ideológica. Raúl, el dueño de la cafetería del instituto de San Martín de Valdeiglesias, se ha atrevido a pensar de forma diferente a la de los profesores del programa. Y yo quisiera dejar aquí constancia de semejante suceso, sin otra intención que la de… en fin, pues eso, dejar constancia (desde aquí he de advertir que Raúl es del Atletico de Madrid):

Se planteaba el difícil problema de un chaval que está todo el día de peyas o, como se dice ahora, de un alumno que tiene un alto nivel de absentismo. El padre, que recibe puntualmente los avisos de las faltas a través de SMS, se presentó indignadísimo en el instituto: «Mi hijo no falta nunca a clase». Ante lo cual hubo que montar enseguida una reunión o comisión o delegación o vaya usted a saber qué demonios para solucionar o mediar o llevar a buen término semejante conflicto. Raúl, sin embargo, planteó una solución mucho más directa. «A este chico lo que habría que hacer es correrle a hostias hasta llegar a su casa preguntándole: ¿por qué has faltado, eh? ¿Por qué?».

El método, según Raúl, es ciertamente tan eficaz como el finés, pero además tiene la ventaja de ser mucho más barato.