Defiende Ada Colau a Artur Mas de las palabras de ayer de Rajoy:
Plantear la democracia como una cuestión de orden público genera tensión innecesaria. (…) La democracia es que la ciudadanía pueda ejercer su derecho a decidir y que esto no debería ser un problema.
Sus dos frases resumen el problema fundamental de la alcaldesa de Barcelona: La democracia lo es todo sobre orden público, de eso trata, precisamente, la convivencia pacífica; del respeto a las leyes. La reducción a lo absurdo de la alcaldesa equivale a culpar a la víctima del asesinato o a la violada por provocar. Su minifalda genera tensión. No, oiga. No genera tensión quien cumple la ley, sino quien se la salta. Y eso, a pesar de la retorcida panorámica de la alcaldesa, es una cuestión de orden público. Es por eso que hemos cedido el monopolio de la violencia al Estado: para movernos dentro de los límites de las leyes y para perseguir a quien actúa fuera de ellas, incluidas las que no le gustan a Colau, que confunde con demasiada frecuencia su papel de regidora con el de militante de la calle.
Por otro lado, por supuesto que en democracia la gente tiene derecho a decidir. Para eso están las elecciones. Eso, y no otra cosa, es decidir sobre el futuro. Lo que los nacionalistas y Colau llaman ‘derecho a decidir’ no es un derecho individual, tampoco está recogido en la Constitución Española. Es un eufemismo amable del ‘derecho de autodeterminación’. No hace falta entrar en detalles técnicos para aclarar que la soberanía nacional reside en el pueblo español y que, por tanto, una parte no puede decidir sobre el todo. Nadie obliga a un nacionalista a sentirse español, a lo que sí está obligado es a cumplir la ley. Pero con un presidente como Mas y una alcaldesa como Colau, dispuestos saltarse las leyes que no les gustan, uno por maldad, la otra por estulticia, siempre encontrarán una justificación para no hacerlo. Y los culpables serán ellos.