Poco después de que Juanan, a quien todos llamaban Dick, tomara «A Grandeira», Pedro Ampudia escribió:
He bajado con él a comprar risketos al chino y he sufrido con él sus “cierres de mes”. Con Dick y con otros, a los que como a él considero mis amigos por encima de definiciones que convendría revisar más pronto que tarde.
Internet ha traído peculiares amistades que, para nuestros hijos, serán tan normales como un colega del colegio, pero que a nosotros, o al menos a no pocos, chirrían por el entorno. Los medios han cambiado y la forma de establecerlas se han adaptado. Con los años, terminamos saludando cada día a desconocidos que dejan de serlo y poco a poco sabemos menos de nuestros amigos.
Por eso, un día como hoy, no es extraño sentir una profunda tristeza por alguien que nunca viste pero que saludabas cada mañana. Pérez-Cepeda dominaba la ironía como nadie y era un gran intolerante con la estulticia. ¡Qué gran virtud! Educado como pocos, siempre tenía una palabra amable, una frase genial, una salida aguda. Pocos son capaces de despertar tanto cariño en tantas personas. Como decía él, por lo visto nació y, desde entonces no ha dejado de dar vueltas. Hasta hoy, que ha parado.
Era un hombre que trascendía Twitter. Hace poco más de dos años, una amiga me dijo que lo conocía de la radio, por Carlos Herrera y el patrón González.
El mundo es hoy peor. Se ha ido un tipo que merece la pena admirar. Pero ahí estaremos sus amigos para recordarlo. Porque lo queremos. Porque lo necesitamos. Sus tuits nos muestran que grandes frases para la historia también las han pronunciado grandes hombres anónimos. Gracias Javier, y descansa en paz.