Quintero entrevista a Escohotado


Jesús Quintero: Sabemos, señor Escohotado, que la historia es pendular. ¿Quiere eso decir que puede volver el comunismo?

Antonio Escohotado: El comunismo está desde que empezó una sociedad próspera. Antes de que hubiera sociedades prósperas no podía existir el comunismo, por eso surgió en la época de Augusto, el único momento próspero del mundo romano, porque hasta entonces la República había sido una historia muy extraña de saqueos. Con Augusto se pudieron hacer los últimos grandes saqueos, el saqueo de Egipto, que era donde de verdad estaba la pasta. El Fort Knox de la antigüedad era el tesoro egipcio de Cleopatra. Al mismo tiempo Augusto era un hombre correcto. Aquella sociedad cambió y comenzó a haber hombres de negocios, no sólo guerreros y clérigos. Entonces surge el comunismo. Siempre que haya sociedades prósperas, habrá comunismo. Es consustancial. En el alma humana hay un deseo de libertad y también lo hay de seguridad. Cada vez que se progresa en libertad, viene el deseo de seguridad y dice «¡qué peligro, qué peligro! ¡Vamos a hacer un control de esta libertad!» y entonces viene un brote comunista. Ya puede ser la revolución francesa, las guerras campesinas del Renacimiento, la predicación del evangelio, o lo que pasa en Pionyang o en La Habana.

[…]

AE: El comunismo, por volver a la pregunta original, a mi juicio, es consustancial a la sociedad moderna y muy particularmente a la sociedad próspera. Sólo cuando se produce un aumento de prosperidad vuelve el ideal comunista a plantear sus exigencias. Parece paradójico y a mí mismo me ha sorprendido. Yo no lo sabía, he tardado diez o doce años de estudio sobre las fuentes para darme cuenta de esta aparente incongruencia. Siempre me habían contado que estallaría el comunismo cuando la gente estaba pasándolo muy mal. No es cierto.

JQ: Cataluña independencia, Euskadi independencia, Amaiur…

AE: Odio y más odio, complejo de inferioridad consentido, odio y más odio. Es una forma de encontrar una causa para los que no han estudiado ni pensado nunca, para empezar, en el concepto de causa […].

JQ: ¿Ha encontrado alguna verdad fundamental?

AE: Sí, la tolerancia y la ciencia. La curiosidad, el asombro. Tengo que llamar la atención hacia la verdadera dictadura que ahora padecemos, en nombre de una academia de la lengua, que pretende ser la propietaria de un asunto que no tiene propietario, y que hasta 1994 definía curiosidad como interés por saber lo que las cosas son, y que desde entonces lo define como interés por saber indiscretamente lo que las cosas son. Antes definía asombro como origen del conocimiento filosófico, y desde esa misma edición del 94 lo hace como susto, espanto. Ahí es donde está la mano del mediocre que intenta recortar a los demás la vida y decirle por dónde tiene que ir, negarse a que la realidad es proceso e insistir en que la realidad es definición y dogma. Y entonces coge ‘curiosidad’ y dice: «curiosidad es mirar donde no debes». ¡Pero subnormal! Si la ciencia no es curiosidad y asombro, la ciencia no es nada, no será más que repetir un catecismo. Eso es lo que pretende una academia que se arroga la propiedad de aquello que sí que es obra del pueblo, sí que es obra impersonal, cotidiana. ¿Qué pueblo, que no sea una cultura funeraria, tiene academia de la lengua? Ninguno. Sólo las culturas funerarias tienen academias de la lengua. Las lenguas vivas no necesitan esos adefesios.

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