Cataluña puede respirar aliviada. Poco a poco, después de unas de semanas de cacería incesante, los vecinos podrán recuperar su día a día. Las escuelas volverán a abrir mañana, igual que los comercios y los hoteles rurales. Los partidos atrasados de tercera regional tendrán que esperar un poco, a ver qué días quedan libres. Los lugareños llevaban semanas escondidos en sus casas, sin atreverse a salir. «Sólo hemos salido para comprar leche y pan», decía Pere, el cabrero de Santpedor. «El turismo se ha resentido. No ha venido nadie y han cerrado los restaurantes», comentaba un hostelero de la zona, todavía con el susto en el cuerpo. Las pérdidas son millonarias.
Como recordarán, hace unas semanas comenzaron una serie de extraños sucesos inexplicables en los alrededores de los famosos «200 municipis per le independència», punta de lanza del nacionalismo catalán. «Nunca había visto nada igual», recuerda una señora del lugar. «Una noche, escuchamos ruidos alrededor de casa. No le dimos demasiada importancia. Pensamos que sería cualquier alimaña, o un perro salvaje de esos que husmean por las basuras. Mi marido comentó que sería un charnego, pero yo le dije que de esos no había por aquí, que su hábitat natural es el cinturón de Barcelona y Tarragona». La mujer se conmueve: «A la mañana siguiente nos encontramos una pintada rojigualda en una señal de tráfico situada en la carretera, justo a la salida de la Masía. ¡Qué espanto!», recuerda la anciana con pavor. Corrieron a avisar al resto de vecinos, concentrados, como es habitual, en sus quehaceres diarios en el bar del pueblo. Nadie les creyó hasta que enseñaron una foto. Entonces, el Ayuntamiento de Santpedor convocó una reunión urgente. Varias batidas de vecinos no dieron resultado. Luego se unieron los mossos d’escuadra. Todo fue inútil, salvo aquellas pinturas salvajes, no había ni rastro.
Comenzaron a recorrer historias de municipio en municipio sobre el que pasó a llamarse el ‘chupacabras españolista’. Se contaba de él que podía devorar niños catalanes como si fueran calçots. Llegaron ufólogos del Ayuntamiento de Barcelona. Durante días, los informativos de TV3 abrían día y noche con nuevas historias de vecinos que aseguraban haberlo visto. Unos aseguraban que iba a cuatro patas; otros que lo vieron a dos con unos largos cuernos y un gran rabo por detrás. «¡Parece un judío!» exclamaba algunos; «¡No!», respondían otros, «¡parece español!». Los vecinos vivían aterrados; los mossos, impotentes. Julia en la Onda echaba humo. Incluso Carme Chacón hizo una emotiva declaración apelando a la tranquilidad desde la Venice Pool de Miami.
Se acercaba el 12 de octubre, día de la celebración de la españolada. En Cataluña se da la paradoja, desde 1714, de que cada año se celebra el día nacional del país vecino, España. Es un asunto que preocupa a las autoridades desde hace casi 300 años y no encuentran solución. Las pintadas de Santpedor hacían presagiar una invasión bárbara, por lo que se montó un dispositivo especial de seguridad en los alrededores del pueblo, cuna por cierto, de Pep Guardiola, el tirolés de Munich nacido en este «país pequeñito de ahí arriba».
En la madrugada del once de octubre, la policía pilló a un tipo, natural de la localidad, pintando una señal de tráfico. Consiguió huir al trote, pero dejó allí su vehículo, donde se encontraron aerosoles fascistas. Al día siguiente, el joven quiso recoger su coche en dependencias policiales, pero se le detuvo porque el muy españolazo todavía tenía restos de pintura rojigualda en los dedos. Será acusado de un delito continuado de daños. Fuentes policiales han rehusado hacer cualquier comentario sobre procesar por los mismos cargos a los que dibujan esteladas en las paredes. «Tienen licencia de artista patriótico», aclara el concejal de cultura.
En un comunicado oficial, el ayuntamiento ha aclarado que
el imputado es un joven de 28 años de ideología espanyolista.
Mientras el municipio recupera poco a poco el ritmo de convivencia heterogénea, sus vecinos no dejan de preguntarse cómo es posible que un vecino, uno de los suyos, haya sufrido esa transformación. Unos culpan a esa novia suya de Lloret con la que salió unos meses; otros, a un viaje que hizo a Barcelona donde se perdió en L’Hospitalet. Los más ancianos, simplemente, dicen que es que es del Espanyol.
no se puede ser minoría ni disentir de los vecinos,esta visto