¿Qué hacer ante las imágenes violentas?


«No se pueden establecer normas generales. A excepción de una: jamás un periódico publicará una escena violenta cuando no pueda dar el nombre y los apellidos de las víctimas: jamás cuando la exhibición del salvajismo sea una mera ilustración en la enciclopedia periodística del día del tipo «Bush bebe un vaso de agua en el intermedio de una reunión…», etcétera: jamás cuando la exhibición de la muerte comparta el anonimato y la indiferencia que caracteriza el acto terrorista. O sea: todo lo contrario de lo que suele hacerse. Los periodistas saben bien lo que es un cromo y es inaudito que en las redacciones sigan coleccionando este tipo de álbumes. Una vez establecido esto, y a partir de esta ineludible condición, la única forma de defenderse de las decapitaciones en nombre de dios es abriendo los ojos, plantando cara, aceptando el reto de mostrarlas. Las bellas almas estudiantiles insisten en los lugares comunes: propaganda, insensibilidad, los medios convertidos en carnicería, el respeto al dolor de las familias. Estos argumentos ocultan, hipócritamente, lo esencial: lo cara que cuesta la solidaridad en cuanto deja de ser (solo un poco) puramente estética. Recordando la carta inolvidable. La publicó el diario El País, al principio de la guerra de Irak. Protestaba un hombre irreprochable porque el diario hubiese mostrado la foto de un niño iraquí amputado. Decía el progre, que él ya había cumplido, que había tocado todas las cacerolas, que había ido a todas las manifestaciones contra la guerra. Pero que tenía derecho a que no le atragantaran el croissant de la mañana con la exhibición de tales fotos. Solidario hasta la cacerola, pero ni un punto más. En cuanto a compartir una esquirla simbólica de metralla, aunque fuese a través de los infinitos filtros que mediaban entre el amputado y su visión cadetada, lacteada, acrusanada, ahí no va más. El tipo sensible».

Arcadi EspadaPeriodismo práctico.

Escrache


Últimamente se habla mucho del escrache. Hace unos días Carles Francino, director de La Ventana de la Cadena SERlo definió como una

forma de protesta que nació en Argentina para perseguir a represores de la dictadura cuando la justicia no podía actuar contra ellos.
Captura de pantalla 2013-03-25 a la(s) 18.52.23
Una de las definiciones de la RAE es un poco menos pacífica.

A continuación, Francino se hace la siguiente pregunta:

¿Hay diferencia entre escrachar a un represor de una dictadura o hacerlo, por ejemplo, con un diputado, que es lo que está ocurriendo estos días en España?

La pregunta roza una retórica insultante. Ciertamente, hoy, Rosa Díez ha respondido muy bien en El Mundo no sólo a él, sino a otros medios de comunicación que sacan a diario sus cámaras a la calle no para buscar noticias, sino para tomarla. Francino, después de dar paso a un corte de audio donde miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) acudieron al domicilio de Ruiz-Gallardón y en el que se escuchan cánticos como

¡Alerta, alerta, alerta a los vecinos, en este barrio, vive un asesino!

asegura y deja claro, quiere dejar claro, que no se ha utilizado en ningún momento la violencia. Me voy a tirar al barro: Si consideramos violencia de género -es decir, violencia- que un hombre grite o acose a una mujer, ¿por qué no son son violencia esos gritos? Estoy seguro de que para Francino, gritar y acosar sin tocar a una mujer es violencia. ¿Por qué no lo es si se hace con un diputado? Voy más lejos y me coloco frente a la barrera moral de Francino: ¿En qué momento una diputada deja de ser mujer?

Resulta curioso que añada, más adelante, que «está por ver que se aporreara la puerta del domicilio de González Pons«, otra vícitma del escrache. ¿Aporrear una puerta es más violento que gritar asesino? Parece claro que Francino traza la línea de la violencia en el contacto físico, sea persona u objeto, según le convenga. Que vayan a la puerta de su casa un par de días, a ver si cambia de idea. ¡Qué languidez!

A continuación, entrevista a Ada Colau, portavoz de la PAH, quien asegura que enviaron cartas a diputados y a miembros del gobierno y que ninguno se molestó en responder ni en acudir a ninguna de las reuniones de la asociación. Asegura que lo han intentado todo por las buenas. UPyD decidió hacer públicas esas cartas por las graves amenazas que contenían. En ellas, después de plantear la situación y de pedir el voto para la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que la PAH había presentado en el Congreso, se puede leer que si el voto no era favorable, la PAH entendería que

su partido renuncia a escuchar la voluntad de una incontestable mayoría. En este caso, no tendremos otra opción que señalar públicamente a los diputados de su grupo parlamentario como responsables directos del sufrimiento y el dolor de miles de familias de este país.

Aunque la ILP fue admitida a trámite, es evidente que la PAH ha seguido con su agenda pues, como ya indicó la propia Colau el mismo día que se admitió, no quieren que se pervierta su propuesta. Así, daba igual lo que decidieran los diputados porque la decisión de ir a por ellos ya estaba tomada. Pero no todos en la PAH están de acuerdo. Asier Martiarena, recoge las declaraciones de E.C, uno de sus miembros, que asegura que «una cosa es protestar y otra intimidar».

Más adelante, en la entrevista con Francino, Colau define su escrache:

vidas-en-juegoLa campaña de escrache que estamos haciendo no tiene ningún componente ni de violencia, ni de coacción, ni de nada parecido. Lo único que se hace es ir allí donde puedan estar los diputados. Es decir, si no han querido venir a conocer la realidad, lo que dice la ciudadanía es 'llevaremos la realidad allí donde estén ustedes, señorías. Ya sea en la calle, en el trabajo, en actos públicos, o en sus barrios. Lo que hacemos es que los afectados escriben sus casos en postales y se dejan en buzones o debajo de la puerta. Y ya está.

Qué arrogancia ciudadana, la suya. Que me explique Colau, si es tan amable, el siguiente vídeo.