A putes


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Manuela Carmena fue noticia la semana pasada por invitarnos a reflexionar sobre las causas por las que los hombres se van de putas. Utilizó frases como «terrible crimen de la esclavitud sexual», «hay que entender la sexualidad desde la cultura de los cuidados», o «hay que reflexionar sobre cómo es posible que tengamos modelos sexuales que puedan hacer disfrutar a algunos con el dolor de otros». Me parecen lugares tan comunes como desnortados cuando se trata la prostitución.

El doctor Francisco Traver apunta a la naturaleza y a la diferencia entre hombres y mujeres en los motivos por los cuales existe la prostitución en su artículo ¿Putas o esclavas?:

Lo cierto es que en el sexo el que paga es siempre el hombre y la que recibe el dinero es siempre la mujer (u otro hombre). ¿Por qué se produce este fenómeno tan asimétrico? (…) porque los hombres tienen más necesidades sexuales que las mujeres y además de eso se excitan con desconocidas, enteras o a trozos y buscan parejas nuevas y esporádicas. Pero ahí no acaba la cuestión sino que además los hombres buscan el sexo anónimo mientras que las mujeres sienten el sexo anónimo como una amenaza. Sexo anónimo significa tener sexo con alguien sin compromisos de ningún tipo, aquí te pillo aquí te mato y después adiós. Esta es la asimetría fundamental, así son las cosas, es por eso que existe la prostitución.

Esto no quiere decir que todos los hombres se vayan de putas, lógicamente. Existen límites morales, racionales, privados.

Huelga decir que la trata de mujeres y la explotación sexual son delitos execrables. Ahí no está el debate. La cosa cambia cuando se trata de una mujer (o en menor medida un hombre) que decide, libremente, dedicarse a la prostitución.

Los lobbies feministas tienen más organización y más poder de presión que los colectivos que se dedican a defender los derechos de las prostitutas. El feminismo actual considera que una prostituta es víctima de una sociedad patriarcal que la obliga, sin otra salida que la desesperación, a alquilar su cuerpo por horas. La ven, por tanto, como una esclava. Lucha por sus derechos (y aquí está su error) sin preguntar: sabe mejor que ella por qué hace lo que hace.

El feminismo, como lobby ideológico, tiene su agenda y utiliza cifras escandalosas sobre la trata de mujeres y la explotación sexual. Afirman que un 90% de las prostitutas trabajan obligadas. El Colectivo Hetaira, dedicado a la defensa de los derechos de las prostitutas y de la normalización de su trabajo, declara que esas cifras están hinchadas y que, además, no se cuenta con su organización cuando se tratan temas de prostitución. El baile de cifras es natural: ¿cuánto apoyo recibirían las reivindicaciones del feminismo si el 10% de la prostitución fuera forzosa?

El hilo patriarcal es el conductor del nuevo feminismo que, como movimientos ecologistas, ha pasado de defender posturas razonables a posturas radicales. Esto se produce porque en el proceso de la defensa de posturas lógicas se crean estructuras más o menos poderosas, más o menos fuertes, para las reivindicaciones. Cuando se logran los objetivos, o cuando se logran casi todos, o se buscan nuevos horizontes o se desmantela el chiringuito. Rara vez ocurre lo segundo. Decía que el hilo patriarcal es el conductor del feminismo actual. Se demuestra con los lemas proabortistas donde se reivindica a la mujer como dueña de su cuerpo para hacer con él lo que crea conveniente. Sin embargo, cuando se trata de la prostitución, se pretende que se multe al consumidor porque la mujer es víctima del sistema. Así, ven en la prostitución una forma de violencia contra la mujer. No conciben, pues hay límite ideológico, que una mujer decida con total libertad sobre cómo ganarse la vida de una forma que ellas consideran denigrante.

Es posible que el feminismo tenga razón y que no sea la forma más edificante de ganarse la vida. El problema es que choca contra la libertad individual y contra la realidad. Un ingrediente que se le elimina del debate es el dinero: no es lo mismo ganar 10 euros la hora que 100,150 o 200. Y eso es clave para determinar que hay mujeres que, libremente, decidan dedicarse a la prostitución. Como señala Silvia García, de Hetaria:

La prostitución es una estrategia de supervivencia económica. Es una decisión que suele tomarse por dinero, porque compensa el tiempo de dedicación con la cuantía que se obtiene. Muchas de ellas, la mayoría, han tenido otros trabajos, pero que tampoco estaban exentos de precariedad, un montón de horas de trabajo, por ejemplo en el trabajo doméstico, en los cuidados, como dependientas… por un salario mísero.

Señala que es en el salario donde encuentran la libertad.

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